Estaba claro que el ficticio castillo de naipes construído con el dinero de Roman Abramovich en el Chelsea algún día debía desmontarse. La cuestión era cuándo. Decir que ahora es el momento puede ser prematuro y arriesgado, pero hay muchos indicios de que esto está pasando… o a punto de suceder.
Para empezar, el Chelsea fue ayer incapaz de pasar del empate en casa ante el Blackburn Rovers (0-0) en un partido que empezó con cosas raras, como ver a Malouda y Obi Mikel en el banquillo y acabó de manera insulsa, con los de Jose Mourinho siendo incapaces de marcarle un solo gol (legal) y muy lejos de la imagen de equipo demoleador de otras temporadas. Aunque aún es muy pronto para sacar conclusiones definitivas, parece que este año la Premier League va a estar más abierta, ya que el Chelsea está gris y el Manchester no acaba de arrancar, pese a que ayer ganó con un gol de Nemanja Vidic ‘in extremis’. Esto parece dar vida a equipos que en los últimos años eran más irregulares, como el Liverpool, que ayer empató a cero en Portsmouth, o el Arsenal, que se ha situado líder tras derrotar al Tottenham de Martin Jol por 1-3 en un partido que volvió a romper Cesc Fábregas con un gol en el minuto 80 cuando el duelo estaba 1-1. Inicio de temporada impresionante el del de Arenys de Mar.
Hace unos días comentábamos con Jordi Archs, periodista de Mundo Deportivo y uno de los mejores especialistas de fútbol internacional de España, el extraño comportamiento de Jose Mourinho esta temporada. Por ejemplo, apenas ha invertido en fichajes.
Este verano, el Chelsea se ha gastado unos 31 millones de euros repartidos entre Florent Malouda (Lyon), por el que ha pagado unos 25,5 millones de euros, y Juliano Belletti (Barcelona), por el que ha pagado 5,5 millones. Una cifra que contrasta terriblemente con los 421 millones que el magnate ruso se gastó entre 2003 y 2005. El resto de fichajes de la presente campaña han sido incorporaciones de perfil bajo y a coste cero, como Tal Ben Haim, un defensa muy justito, Steven Sidwell, que ha sido titular dos partidos y no ha dado la talla; Álex, un buen central recuperado de su cesión al PSV, y Claudio Pizarro, un delantero técnico, pero ni de lejos con la calidad de Drogba. Esto, añadido a la venta de Robben al Madrid por 35 millones de euros, no sólo hace que el Chelsea por primera vez no haya reventado el mercado de fichajes en verano, sino que encima haya hecho caja.
No es ningún secreto que Roman Abramovich le tiró en cara a Mourinho el año pasado que, pese a tanto gasto y tener casi todo lo que había pedido, el técnico fracasara por tercer año consecutivo en su conquista de la Champions. A mi, personalmente, lo de este año se me antoja la típica pataleta ‘mourinhiana’ de decir «no te quejabas que gastaba mucho, pues este año… mira!». El resultado, en el plano deportivo, es un equipo que para mi no ha mejorado respecto al año pasado, pese a que Malouda es un jugadorazo, y que sigue dependiendo en exceso de su columna vertebral (Cech-Terry-Lampard-Drogba). Así, el Chelsea ha empezado zozobrando en una Premier que, hasta el año pasado, había dominado con insultante superioridad.
Más signos que empiezan a escamarme dentro de este Chelsea es, por ejemplo, el enfrentamiento abierto con jugadores que parecen ser fichajes ‘del presidente’. A nadie se le escapa que Mourinho no quería a Andrei Schevchenko y el año pasado lo puso en el once con calzador. Esta año ya, ni eso. O con Michael Ballack. El alemán empezó con mal pie en el Chelsea la temporada pasada, pero es que este año ya se ha declarado directamente en rebeldía e incluso surgen rumores que los ‘blues’ aceptarían un truque con Adriano, un jugadorazo al que en el Inter no quieren ver ni en pintura por su azarosa vida fuera de los campos.
Demasiados frentes abiertos en un equipo que se obesionó con el cetro continental y al que los éxitos en Inglaterra ya no parecen seducirle. Peligrosa situación, puesto que para ganar una Champions hace falta algo más que una carretilla de millones.