El Real Madrid cedió ayer sus primeros puntos en Valladolid (1-1), el Barcelona ganó el sábado al Sevilla (2-1), los azulgrana están a dos puntos de los blancos y lo que antes era oscuridad, ahora es luz diáfana. Me encanta el deporte, me apasiona la prensa deportiva, vivo de ella y casi por ella, pero a veces es preocupante la inmediatez, la fugacidad, en la que vivimos instalados los medios de comunicación. Hace siete días, no unas semanas o un mes, algunos periódicos planteaban la destitución de Frank Rijkaard y hablaban del partido de Lyon como un referéndum. Ahora, todo son elogios a la defensa, al técnico, a Messi… pero lo cierto es que ni hace una semana el equipo era tan abominable ni ahora es el AC Milan de Arrigo Sacchi.
El Barcelona ha logrado dos victorias en casa ante rivales de postín, ha mejorado sus registros ofensivos, ha confirmado su solidez defensiva y ha descubierto la mejor versión de Leo Messi, pero esta recuperación debe confirmarse en los próximos partidos. En los artículos en los que hablaba del tiki-nada ya auguré que los azulgrana perderían pocos partidos en casa y estoy convencido que ganarán a un Zaragoza que se ha reforzado bien, pero es en Levante dónde quiero ver la situación real de los de Frank Rijkaard. Fijaros que no hablo de campos como el del Valencia, el Atlético de Madrid o el Zaragoza, sino los de equipos de la zona baja de la tabla, que se juegan la vida en cada partido y salen a morder con el público apretando desde la grada.
Con algo así se encontró el Real Madrid ayer. Los de Bernd Schuster recordaron en muchas fases al peor Madrid de la temporada pasada, con Casillas convertido en héroe perenne, Cannavaro desbordado en el uno contra uno, Sergio Ramos dando una de cal y otra de arena y Michel Salgado siendo una parodia de lateral derecho. El Valladolid fue la antítesis de un equipo que acaba de subir de Segunda: no renunció nunca al balón y cuando lo tuvo lo jugó con criterio y desparpajo. Otra cosa es que arriba sí tuviera la candidez de un recién ascendido, porque de haber estado más acertado no habría dejado a su rival salir con vida del Nuevo Zorrilla. Los de Mendilíbar, a los que he visto en dos partidos esta temporada y me han gustado mucho y tienen jugadores interesantes como Sisi, Borja o Jonathan Sesma, le quitaron el balón a los blancos y les hicieron sufrir, pero aún así el líder sumó un punt. Básicamente por dos factores: el Real Madrid tiene mucha pegada arriba y sabe transitar por arenas movedizas sin acabar de hundirse en el barro.
Pese a que el juego de los de Bernd Schuster distó mucho de la exhibición en Villarreal y los blancos echaron en falta la capacidad de enganche de Sneijder y un vigilado Guti, el equipo tiene mucha pegada arriba. A Van Nistelrooy le hace falta media ocasión para marcar un gol, Raúl está volviendo a ser aquél jugador imprevisible y letal dentro del área y Saviola añade capacidad de decisión en los últimos metros. El gol del Conejo ante el Valladolid lo marcamos todos los que leemos este blog, pero hay que estar ahí para meterlo y vale tanto como el trallazo estratosférico de Pedro López a la escuadra de Casillas.
El Madrid, pues, sumó un punto en un partido en el que se vio superado. No me extraña que Schuster diga que le supo a victoria, porque en estos campos es donde se cimentan las Ligas o se zozobra de cara a los grandes encuentros. Y es esta capacidad, la de ganar o puntuar sufriendo, la que no tiene o no ha tenido en las últimas campañas el Barça. Es éste punto de sufrimiento, de saber deslizarse por el hielo sin caerse, el que necesita el equipo de Frank Rijkaard. No pido que el Barça juegue siempre mal y gane, pero sí, que sea capaz de ganar cuando juega mal. Que no necesite un partidazo con 20 ocasiones para ganar en Levante, sino que sea capaz de tirar adelante esos partidos en los que no está cómodo. Aunque sea con un gol de córner, de rebote o de ‘palomero’ en plan Javier Saviola ayer.
Ante el Sevilla, es cierto que el Barcelona se vació, presionó y luchó lo indecible. Algunos de los momentos más álgidos de la presión azulgrana fueron con el 2-0, cuando el partido ya estaba encarrilado y el público empujaba como hacía mucho tiempo que no se veía en las gradas del Camp Nou. Cuando estás así, todo te sale bien y hay comunión con los tuyos, las fuerzas se multiplican, el cansancio no se siente y la moral sube hasta el cielo, pero lo importante no es estar así entonces, sinó con 1-0 en contra en el marcador, en un campo hostil, lleno de aficionados que te insultan y con un medio centro enganchado a tu espalda pegándote cada vez que recibes el balón. Como será en en el campo del Levante.