Viajando con el Barça: Lyon

El martes, a la seis de la mañana, salíamos tres amigos en coche con destino Lyon. El miércoles, casi a la misma hora y con un partido de Champions y más de 1300 kilómetros a la espalda, regresábamos a Vilanova exhaustos, pero con una historia más que contar a nuestros nietos. Casi todos los que nos conocen nos decían que si estábamos locos, pero para nosotros, que hicimos prácticamente lo mismo en mayo del 2006 para ir a París, al doble de distancia, tampoco era tanto.

Llevo un día pensando si escribir o no este post, porque inevitablemente debe contener muchas referencias personales y no soy una persona que se sienta cómoda hablando de ella misma, pero al final me he decidido porque creo que a partir de este periplo se puede obtener un retablo bastante fiel de lo que supone viajar por Europa con el FC Barcelona y se puede entender por qué hay tan poca gente que lo hace.

Como habréis adivinado, ni mucho menos fuimos de viaje con el RACC, sino que nos limitamos a comprar las entradas a través del Barça a un precio asequible (40 euros) sin problema alguno, y a montarnos el viaje por nuestra cuenta entre tres amigos. Ya en Lyon no encontramos con un par de señores que habían viajado con la agencia oficial del FC Barcelona y, tras explicarnos su experiencia, me quedé horrorizado. De entrada habían intentado ir a Glasgow e hicieron su reserva oficial a través de la agencia, pero la noche antes del partido, con el día de fiesta ya solicitado y todo pagado, les llamaron del RACC que se cancelaba el vuelo porque sólo se habían apuntado 90 personas y no llegaban a las 150 requeridas. Qué culpa tenemos nosotros? Y el día de fiesta que pedimos en el trabajo? Por qué tenemos que pagar por adelantado todo el importe si luego no nos garantizan nada? Se preguntaban con razón. Para Lyon decidieron asegurarse el tiro y viajar con el avión del club junto al equipo y la prensa que cubre el partido, que comprendía dos noches de hotel y un tour por la ciudad. El precio, a mi parecer, carísimo (650 euros por persona) pero puede ser poco si a cambio consigues pasar un rato con tu jugador preferido. Ahí viene la otra: nos comentaban que un cordón de seguridad separa a los jugadores de los aficionados, aunque se las arreglaron para llegar hasta Messi, que les firmó todo lo que pidieron. A su lado estaba Ronaldinho, con gafas dentro del avión (?) y cascos enormes para escuchar música. Intentamos que nos firmara una camiseta, me explicaron, pero Messi nos miró y nos dijo, «mejor que no lo molestéis, porque está descansando». Sin comentarios.

z_fourvire.jpgVisto lo visto, nos fue mucho mejor a nosotros, pese al palizón. Llegamos a Lyon sobre las 12,30, con el tiempo justo de ir al centro y buscar un sitio para comer. Cómo tampoco teníamos referencias, decidimos hacer ‘el guiri’ e ir al restaurante que regenta Éric Abidal, el Café des negotiants, donde yo esperaba encontrar a más guiris y un restaurante tipo Sports Bar, con mucho precio y comida de poca calidad. Estaba meridianamente equivocado. Coincidimos con tres directivos con los que estuvimos hablando amigablemente, entro los que estaba el nuevo responsable de la sección de básquet del club, Josep Cubells, y varios aficionados más del Barça, pero la mayoría de la clientela era autóctona. Eso ya me infundió ánimos, al igual que la carta, refinadísima y con platos bastante caros. Nosotros fuimos a lo sencillo y comimos el menú por unos 30 euros, pero la verdad es que la calidad era tan buena como la decoración, una mezcla de clasicismo francés y de modernidad.

z_stgeorges.jpgDe hecho, estos dos factores definen muy bien Lyon, una ciudad en la que no había estado y que me encantó. Surcada por el Rhone, ha sabido adaptarse a los tiempos modernos sin perder la esencia, la arquitectura y los monumentos clásicos, que casi te trasladan a la Francia del siglo XVIII, posterior a la Revolución Francesa. Especialmente bonita es la parte antigua de Lyon, al lado del río, con sus callejuelas, librerías antiguas y restaurantes.

Tras un paseo por la ciudad nos dirigimos hacia el Stade de Gérland, un estadio de propiedad municipal, a lo Montjuïc por entendernos, pero muy moderno, adaptado para el Mundial de Francia de 1998. Allí nos esperaban unas cuantas sorpresas en cuanto a organización. Nada más llegar les pedimos a los gendarmes dónde podíamos aparcar y tras preguntarnos si éramos les visitantes espagnoles nos mandaron a un acceso concreto. Ahí nos franquearon la entrada al estadio y fuimos a parar a un párquing en el que todo eran coches de seguidores del Barcelona. La parte buena era que no pagábamos y era muy seguro, y la mala es que nos tuvimos que quedar un rato en el coche, porque hacía un intenso frío y estábamos literalmente encerrados y sitiados de policía, por lo que no podíamos desplazarnos por el estadio o ir a comprar a la tienda del club. Estábamos, además, delante del virage sur, la zona en la que nos íbamos a ubicar tras pasar dos férreos controles de policía, en los que nos registraron de arriba a abajo.

Del partido no voy a comentar mucho, pese a que me gustó mucho el Barça y me dio la sensación que en todo momento el Lyon fue a remolque nuestro. Sólo dos apuntes: Iniesta estuvo sublime e hizo absolutamente todo bien, gol aparte, y Bojan evidenció que aún le falta mucho y que tiene que madurar, pero sus dos destellos fueron claves en los goles. Una muestra inequívoca que estamos ante un crack en ciernes. Y sobre Ronaldinho, pues que me parece perfecta la decisión de Rijkaard: si no está bien, al banquillo y que jueguen los que lo merecen.

La seguridad, espectacular

Tras el partido y el intenso frío que tuvimos que soportar lo peor fue tener que esperar media hora más en las gradas a que se vaciara el estadio. Algo innecesario, porque en ningún momento estuvimos a menos de 20 metros de los aficionados del Lyon, pero obligatorio por normativa UEFA. Y antes de irnos, una sorpresa más. Al salir del párquing había un coche de la policía secreta francesa que esperó a la comitiva de coches que salía, se puso delante y nos fue abriendo paso hasta la autopista, flanqueados por varios motoristas. Es decir, seguridad total y nada que ver con el caos que se produce en el Nou Camp, donde miles de seguidores del Glasgow entraron por las mismas puertas que los azulgrana y luego todo el mundo se mezcla con todo el mundo, con el evidente peligro que esto comporta.

A nosotros el viaje nos salió, entrada incluída, por unos 180 euros por cabeza. Un precio razonable y asequible, aunque es una locura de quilómetros. No es por colgarnos medallas, porque nosotros hacemos esto porque nos encanta el fútbol y el Barça, pero uno de los comentarios de mis amigos con los que me quedé es que alguna vez estaría bien que alguno de estos cracks que cobran millones y millones y pasan de todo cuando pierden un partido, hiciera un viaje así y viera lo que algunos aficionados son capaces de hacer por el equipo.

Humillar al crack

La afición azulgrana es experta a lo largo de su historia en pitar e incluso humillar a algunos de los mejores futbolistas de todos los tiempos: Johan Cruyff, Maradona, Koeman (os prometo que yo he llegado a escuchar que le llamaban vaca holandesa en la grada), Laudrup, Rivaldo… A esta larga lista se le ha sumado en los últimos meses Ronaldinho, quien parece tener la culpa de todos los males del FC Barcelona o, por lo menos, personificar la indolencia que tanto se le critica a su vestuario.

No hace falta recordar lo que ha hecho Ronnie por el Barça en los últimos años, porque todo el mundo lo debe tener presente, así como tampoco hay que escudarse siempre en eso para justificar futuros comportamientos. Pero, por lo menos, hay que tener memoria. Otra cosa es que el jugador no esté bien, ni física ni mentalmente. La parte física, queda patente en el hecho que no es tan explosivo ni veloz como antes y en que tampoco con Brasil está cuajando buenos partidos. Así que no es un hecho meramente de cabreo o de estar a disgusto en el Barça… que lo está.

Ronaldinho ha sufrido, ya desde hace años, una campaña sistemática de acoso y derribo. Recuerdo que cuando llegó al Barça muchos comentaristas con pocos recursos y menos conocimientos futbolísticos amplificaron el discurso de Johan Cruyff sobre que el brasileño ralentizaba mucho la circulación del balón. Recuerdo incluso que un destacado periodista de El Periódico llegó a pedir su suplencia antes de un partido de Champions ante el Milan en el Nou Camp. Algunos lo recordaréis, porque ese encuentro se decidió con uno de los goles más bellos que se han visto en el Nou Camp: elástica en el minuto 89 y disparo a la escuadra… de un tal Ronaldinho. Estas mismas voces callaron ante las exhibiciones del brasileño en las siguientes temporadas y reaparecieron con fuerza la campaña pasada, cuando el físico del brasileño empezó a acusar tantos días de ‘gimnasio’, de salidas nocturnas y de poco esfuerzo en los entrenos. Aún así, Ronaldinho se las apañó con sus 18 goles para sostener al equipo sin Eto’o y Messi (sería Henry capaz de hacer lo mismo?) en una temporada muy exigente en cuanto a partidos y calendario y en la que todo el equipo, en bloque y exceptuando tres o cuatro nombres, no dio la talla.

Ataques furibundos desde todos los frentes

Esta temporada, ni siquiera le han dejado tiempo a demostrar de lo que es capaz. No ha empezado bien y se le ha crucificado. Algunas veces con razón, porque su rendimiento deportivo está siendo pobre para lo que nos tiene acostumbrados, y otras, muchas tantas y casi siempre viniendo del mismo grupo mediático, de manera injusta y con argumentos muy arbitrarios. Ronaldinho, no es tonto y sabe que no está bien, pero también tiene motivos para estar hasta las narices de determinadas críticas malintencionadas, muchas de las cuales están teledirigidas desde sectores de la junta. La historia con Ronaldinho la resumió perfectamente Sandro Rosell: es mi amigo, pero creo que un brasileño no puede rendir al máximo en un equipo más de tres o cuatro años, así que yo lo traspasaría y ficharía al Ronaldinho del futuro. Esto no lo dijo este verano, sino hace ya dos años, momento en el cual el brasileño hubiera dado los máximos réditos económicos. Pero claro, entonces la junta no se atrevió a vender al buque insignia del campeón de Europa. Quizás el verano pasado hubiera sido el momento idóneo: el brasileño salía por la puerta grande, se le abría sitio a Giovanni y Bojan y se le daba el testigo a Messi como líder de este equipo (que por cierto ya ha tomado por su cuenta y riesgo). Pero tampoco, el brasileño había dado la cara en una temporada complicada y venderlo hubiera sido una medida algo impopular. Así que no nos atrevemos, nos lo quedamos y le damos leña, lo convertimos en el responsable de todos los males, creamos un clima insostenible a su alrededor, lo aburrimos, logramos que todo el mundo nos pida su cabeza… y lo vendemos.

Pues no, no es justo. Con Ronaldinho hay que ser valiente y afrontar su situación. Si ya no vale para el Barça porque ha cumplido un ciclo y ha dado todo lo que podía aquí, pues se le vende y se le saca por la puerta grande… o por lo menos por la puerta de delante. No hay problema. Y si se cree en él, hay que recuperarlo y no apuñalarlo por la espalda con determinadas declaraciones o buscando su imagen en el banquillo como cabeza de turco. Lo que no se puede hacer es humillarle públicamente porque, mal que le pese a algunos, estamos hablando de uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol y uno de los extranjeros que más le ha dado al FC Barcelona.

Una verdad incómoda

El 21 de noviembre del 2006 la Paramount sacó al mercado en formato DVD el documental Una verdad incómoda, ganador de un Óscar en 2006. En él, el vicepresidente de Estados Unidos entre 1993 y 2001, Al Gore, nos abría los ojos sobre algo que todos sabíamos, pero nos negábamos a ver. Ayer, un año después, se hizo pública otra verdad incómoda. José Edmílson, desaparecido de los terrenos de juego desde que hace cinco meses fue operado de su rodilla, denunció en una entrevista en el Telenotícies Migdia de TV3 que en el «vestuario formamos una familia y muchas veces, en las familias, hay portadagran1.jpguna oveja negra«. Automáticamente, las maquinarias de los medios de comunicación empezaron a funcionar y empezó la ‘caza bovina’ para descubrir a la más negra de las ovejas del vestuario del Camp Nou. Es lo malo que tiene acusar sin señalar, que todos son susceptibles de ser esquilados.

Aunque, no nos engañemos, hay tres o cuatro nombres que nos vinieron a la cabeza a todos ante una frase como ésta: «Nosotros vivimos en un mundo distinto. El dinero, la fama, las mujeres… dejamos la profesión como salor segundo; los verdaderos valores se apartan de nuestra vida«. Y si nos vienen a nosotros, que no estamos dentro del club, creéis que Joan Laporta y su ejército de técnicos, directivos, preparadores y demás no saben quién son estos jugadores? Créeis que la solución de todos los males del Barça este verano era enviar al Manzanares casi regalado a Thiago Motta, una de estas ovejas negras, pero quizás la que menos influencia tenía en el vestuario? Créeis que el bajón de Ronaldinho o Deco la temporada pasada se debió a motivos tácticos o físicos? Que un jugador como Eto’o, que es incapaz de decir cuantos coches tiene y que aparca algunos en el párquing del Camp Nou porque en otro sitio no le caben puede ser una persona con la cabeza bien amueblada?

Siempre he pensado que ser futbolista de élite, al nivel de los jugadores del Barça o el Real Madrid, y estar centrado es casi imposible cuando tienes a tu disposición cantidades ingentes de dinero, todas las mujeres que quieras y la fama y admiración de miles de personas. Hay gente como Oleguer, Edmílson o Kaká que incluso han afirmado que aborrecen toda la parafernalia que envuelve al juego, mientras que hay otros que, sin renunciar a sus privilegios, tratan de mantener un equilibrio. El problema está en el tercer grupo, en el que cae en la vida disipada y se olvida de que lo que les hace especiales es precisamente ese talento innato y maravilloso para jugar a fútbol. Mirad el ejemplo de Adriano: hace unos años llamado a ser uno de los tres mejores delanteros del mundo (és el único jugador al que he visto hacer un caño con una ruleta al estilo Zidane!) y hoy encerrado en una clínica de desintoxicación para alcohólicos. Quién es hoy en día Adriano? Cuántos pagaríamos por tener ya no su dinero, sino su talento para jugar al fútbol?

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Romper este círculo vicioso en el que está instalado desde hace años el mundo del fútbol es una tarea que se me antoja ahora mismo casi imposible. La única solución que se me ocurre y que empezó a aplicar teóricamente la junta del FC Barcelona cuando llegó al poder es establecer una parte del sueldo fija y la otra, pongamos la mitad, variable en función de los títulos logrados (no en función del rendimiento personal, ojo!). La medida era justa y buena, pero ahora, años después de criticar lo que hizo Joan Gaspart, volvemos al mismo modelo de sueldos multimillonarios se haga lo que se haga, aunque esto sea un ridículo tan grande como el de la temporada pasada, en el que nos quedamos en blanco. Pondriáis la mano en el fuego por los jugadores, porque muchos lo sintieron como mínimo tanto como vosotros? O pensáis que algunos pensaron: «si bueno, hemos perdido la Liga, la Champions, la Copa… pero yo me voy a mi lujosa mansión con mis coches y al final de mes ya pasaré a cobrar». Y si esto pasa y la junta sabe quién piensa así, porque no se tomaron medidas drásticas en verano? No respondáis, es otra verdad incómoda.

Hoy hace tres años…

En nuestro tránsito vital diario, a veces es conveniente hacer un alto y mirar hacia atrás para entender cómo hemos llegado a un determinado punto. Hoy hace justamente tres años, el 20 de noviembre del 2004, el FC Barcelona se impuso al Real Madrid por 3-0 en el Nou Camp. Fue el partido de la rabia, de la pillería de Eto’o robándole la cartera a Roberto Carlos y Casillas y marcando el 1-0 a puerta vacío, del 2-0 de Gio poco antes del descanso, de la explosión de alegría tras el 3-0 de Ronaldinho…

Dentro de los grandes tópicos del fútbol está el que dice que un Barça-Madrid sólo son tres puntos y que no permite grandes lecturas. Yo no lo veo así. Aquél 20 de noviembre del 2004 se formalizó un cambio de ciclo: el Barcelona de los jóvenes cracks hambrientos de títulos, como Ronnie, Eto’o, Deco, Márquez… dio una lección a aquél Real Madrid endiosado, que empezaba a vivir el ocaso de sus galácticos.

El modelo que instauró Florentino Pérez de plantilla tiene una fecha de defunción concreta, coincidiendo con otro Real Madrid-FC Barcelona: el 19 de noviembre del 2005. Hoy hace dos años y un día el nuevo Dream Team de Frank Rijkaard vivió su noche más gloriosa, con permiso de la final de París, al imponerse por 0-3 al Real Madrid. Fue la noche del enésimo gol de Eto’o en el Bernabéu, de las portentosas cabalgadas de Ronaldinho por la banda, del ‘yo flipo’ de San Iker Casillas o de los aplausos del público blanco a un equipo que maravillaba con su fútbol rápido, preciso, directo, agresivo…

Hoy hace un año y casi un mes, el 22 de octubre del 2006, el FC Barcelona visitó al Real Madrid en el Bernabéu con esa exhibición en el recuerdo. Con la Champions League aún fresca en la memoria y con Joan Laporta hablando de ganar todos los títulos y de temporada histórica. Los blancos, sin embargo, pasaron por encima de un equipo, el azulgrana, que se permitió la frivolidad de jugar sin medio centro defensivo. Fue un 2-0 pero pudieron ser más. Tras la estrepitosa derrota ante el Sevilla en la Supercopa de Mónaco, la afición blaugrana asistía atónita por segunda vez en pocos meses a un partido en el que el rival maniataba al equipo más incisivo del continente, que se perdía en una marisma de pases horizontales sin apenas pegada ni profundidad. Todos, incluídos la prensa, el cuerpo técnico y la directiva, nos amparamos en que no se pueden sacar conclusiones de un único partido y nos escudamos en la palabra accidente. Visto en perspectiva, está claro que no lo fue. Así quedó demostrado en la vuelta, en la que el Real Madrid volvió a maniatar a un impotente Barcelona en su propio estadio y se adelantó hasta tres veces en el marcador (3-3). Sólo la portentosa actuación personal de Leo Messi evitó una humillante derrota a manos del eterno rival, que al final se acabaría llevando la Liga.

Está claro que un único partido nunca decide una Liga, pero un Barça-Madrid permite, por encima de todo, enfrentar de manera directa el potencial de dos equipos que, durante 363 días al año se están midiendo de manera indirecta, a través de resultados con otros oponentes. Dentro de un més y dos días, el Barcelona y el Real Madrid se volverán a ver las caras en el Nou Camp en un partido que puede ser muy importante en el devenir de los azulgrana. Hay algunos medios que incluso han puesto esa fecha como el límite de la paciencia de la junta directiva respecto a Frank Rijkaard. Por lo pronto, la historia reciente nos demuestra que el Real Madrid ha tenido en los últimos meses una línea ascendente y el Barcelona, una descendente, por lo que un mal resultado azulgrana acentuaría esta dinámica. Por el otro lado, si la tan anunciada reacción culé tiene que llegar, qué mejor momento que este, después de visitar Mestalla y ante el eterno rival en casa.

Ya sabéis, os dirán que sólo son tres puntos, que un partido no decide un campeonato, que a un partido puede pasar cualquier cosa… No os dejéis engañar.

Un punto de inflexión

Uno de los grandes problemas de la prensa es que vivimos sumidos en una vorágine productiva, esclavizados por la inmediatez, por el momento, por el cierre, por la falta de tiempo, que nos da poco margen para el análisis. Es lo que comunmente se llama el día a día y que resulta totalmente opuesto a la reflexión, a la visión de las cosas en perspectiva. Muchas veces, depende de la hora a que se juegue, debemos escribir las crónicas durante el partido para mandarlas justo en el pitido final, sin apenas 10 o 15 minutos para poder reflexionar o embellecer el estilo del texto. Hay que cumplir con el cierrre, hay que acabar el periódico.

La prensa, especialmente la deportiva, vive demasiado atenazada por esta vorágine y muchas veces nos tomamos poco tiempo para analizar todas las caras de una misma situación. Hoy mismo a partir de un problema concreto (la trayectoria mediocre del Barça fuera de casa) se están diciendo barbaridades tales que casi todo el mundo ha asumido ya que este equipo no vale para nada y que la temporada va a ser de color blanco y sin títulos. Poca gente, por ejemplo, se ha parado a pensar que este equipo al que deshauciarían lleva unos números espectaculares en casa, donde ha ganado todos los partidos oficiales y ha goleado por 3-0 a equipos como el Olympique de Lyon y el Atlético de Madrid y ha derrotado al Sevilla.

No vale todo

Con todo, aunque estamos en noviembre, ya se le ha puesto dos veces un ultimátum a Rijkaard, se ha intentado vender a Ronaldinho y han sonado para el Barça seis jugadores: Cesc, Lahm, Mascherano, Tiago, Ballack y Kaká. Lo de hoy del Sport con Kaká es hilarante: el jugador avisa que si sigue la violencia en Italia podría plantearse dejar el Calcio (sic) y ya hay que estar ‘atentos’ a él. En fin, que vale todo. Como por ejemplo practicar el tiro al plato cada vez que Ronaldinho juega un partido mediocre o incluso atacar a Leo Messi porque hizo un mal partido en Getafe. Lo del brasileño ya no es nuevo, pero a mi personalmente me agobia, porque una parte de las críticas son deportivas, pero otra se debe sólo a rencillas personales. La frase más repetida sobre él es que no está como antes, pero poca gente se para a pensar que antes estaba de 9 o 10 casi cada partido. El nivel al que llegó era espectacular y ahora que innegablemente lo ha bajado, recibe todas las críticas. Es decir, que si un jugador que puede llegar a jugar de 9 o 10 juega a 6, es el culpable de todo, mientras que otro que se esconde, que no arriesga, que hace partidos siempre correctos, de 7, no tiene culpa de nada. Pues yo no trago, no hay un único culpable por mucho que Ronaldinho no esté como antes y quizás sí que cuando vuelva Deco Rijkaard podría sentarlo en algunos partidos y meter a Iniesta por la izquierda.

En cuanto a Frank Rijkaard, creo que se le ha agotado el crédito. Sempre lo he defendido como un buen entrenador, idóneo para un entorno que, como podemos comprobar hoy mismo, es altamente inflamable y cuyo bagaje deportivo es muy bueno, pero como todo el mundo ha apuntado, hay un problema técnico y él es quien tiene la llave para solucionarlo. La rueda de prensa del martes me produjo una sensación de déja vú y a la vez me insufló ánimos. Me recordó a aquél 2004 en el que el holandés estuvo a punto de ser cesado para ser reemplazado por Luis Felipe Scolari, como proponía Sandro Rosell. Entonces se aisló de todos (entorno, prensa, Johan Cruyff a través de Txiki Begiristain, presidente…) y se lo jugó el todo por el todo. Cambió de planteamiento táctico, fue fiel a si mismo… y triunfó.

Rijkaard debe retomar el mando

Yo creo que ahora el Barça y su técnico atraviesan un momento parecido. Rijkaard sabe que no tiene más margen de error y que debe dar un giro de timón a la nave. Sus palabras, diálogos y buenas maneras ya no sirven. No es que lo haya hecho mal o que sea una mala manera de actuar, mas bien al contrario, pero como explicaba un psicólogo ayer en un interesante artículo en Mundo Deportivo, este canal de comunicación se ha desgastado. Hay que hacer algo más, ser valiente, sentar a quién haga falta se llame como se llame, cambiar el sistema (aunque lluevan críticas), hacerles creer a los jugadores que quien lleva el mando del equipo es él y no todos los que revolotean alrededor del presidente y luego no dan la cara cuando las cosas van mal. Yo creo, y esto es una visión personal, que el equipo tiene margen de maniobra y que es uno de los mejores de Europa, pero que hay que dar un giro en la manera de gestionarlo. Es lógico que se le de esta oportunidad a Frank Rijkaard, pero si no es capaz de hacerlo, entonces debería venir otro. Quién? Ese es otro debate que debería entablarse cuando la situación sea irremediable. Como también habría que analizar qué parte de culpa tiene una junta directiva que, viendo el despiporre y el ridículo que hizo el equipo la temporada pasada se limitó a saldar el asunto vendiendo a Giuly, regalando a Motta y fichando a cuatro jugadores.

Un año sin remontar

El 12 de noviembre del 2006, hoy hace justo un año, el FC Barcelona y el barcelonismo se preparaban para vivir la temporada más exitosa de su historia. Pese a la debacle en la Supercopa de Europa de Mónaco, el equipo había ganado con autoridad la Supercopa de España, arrancado bien en la Liga, regular en una Champions en la que partía como máximo favorito y tenía por delante el ilusionante Mundial de Clubes de Japón. Ese día el FC Barcelona se enfrentó a casa a un Zaragoza que se adelantó en un córner con un gol de un tal Gaby Milito y acabó remontando hasta un 3-1, como ya lo había hecho otras dos veces en las 10 jornadas anteriores, tras la roja a Motta y un golazo de falta de Ronaldinho. El 12 de noviembre del 2006, hoy hace un justo año, el Barcelona remontó por última vez un partido en el que empezó perdiendo.

Los azulgrana, desde la temporada pasada, se han visto por debajo en el marcador 19 veces en todas las competiciones (Mundial de Clubs, Copa del Rey, Liga y Champions) y siete veces han sido capaces de igualar el partido y sacar un punto, mientras que en las 12 restantes han perdido. El dato, por increíble que pueda parecer, no es una anécdota o un apunte estadístico más, sinó que a mi entender es el claro reflejo del pasotismo, la indolencia o la falta de carácter que el equipo demuestra en determinados partidos, especialmente fuera de casa. Es la consecuencia de la falta de mala leche, de saber apretar los dientes y sufrir o de poner a parir a la madre de un compañero que no baja o no persigue un balón cuando las cosas van mal. Es el producto tan lógico como perverso de la falta de carácter de jugadores excelentes técnicamente como Xavi, Messi, Iniesta o Ronaldinho.

portada111107_gran.jpgAhora bien, a estas alturas de la película es injusto señalar a nadie en concreto. En un año, 365 días, han habido suficientes partidos, situaciones y variaciones tácticas como para apuntar a un único futbolista, como hace perversamente Emilio Pérez de Rozas en la contra del Sport de hoy. Hemos visto el 4-3-3, el 3-4-3, los laterales ofensivos, los laterales defensivos, el medio centro defensivo, los tres pequeños, la R-E-M (Ronaldinho-Eto’o-Messi) en punta, a Henry, a Bojan, a Giovanni, a Puyol de lateral, a los nuevos, a los viejos, a Gudjohnsen en punta, a Saviola… y nada ha cambiado.

Tampoco Frank Rijkaard. Llevo tiempo diciéndolo en este blog: no sabe cambiarle el sentido a un partido que va mal, pero después de probar tantas cosas, tempoco tengo claro que la culpa sea suya. Lo único que se le puede achacar al técnico holandés es que este carácter dialogante que tiene ha acabado por traicionarle. Creo que los jugadores ven a Rijkaard como un padre de aquellos enrollados y dialogantes, incapaces de soltar una galleta, y que cuando levanta la mano es más una amenaza que el preludio del tortazo. Pocas veces Rijkaard ha tenido las narices de sentar a los pesos pesados del equipo pese a que han estado flagrantemente mal y creo que muy pocas veces ha sabido insuflarle al equipo el carácter necesario para poder salir de un mal paso.

La lesión de Eto’o una de la claves

Después de varios días dándole vueltas al asunto y despejando incógnitas, la única ‘X’ que me queda en la ecuación es Samuel Eto’o. El camerunés se lesionó el 27 de septiembre del 2006 en el partido de la Champions ante el Werder Bremen y se perdió buena parte de la temporada pasada, en la que volvió para hacer la ‘vilafrancada’ y con evidentes molestias en el tramo final de la Liga, y también se ha perdido lo que va de esta campaña tras lesionarse en el Joan Gamper ante el Inter. Vaya por delante que no me cae bien Eto’o, que me parece un niño malcriado y un bocazas, pero también es verdad que tiene ese carácter, esa rabia dentro del león indomable que, vista en perspectiva, es la que daba el contrapunto justo a la alegría de Ronnie y a la frialdad de Leo Messi. Soy de los que creo que una única persona, por si sola, no puede cambiar tanto un colectivo y que la mayoría de las cosas son producto de una gran cantidad de factores, pero ahora mismo es la única explicación que le veo a esta indolencia que demuestra el FC Barcelona. Lo cual, de ser cierto, no es muy halagüeño, puesto que el camerunés volverá justo para marcharse en enero a la Copa de África y no será un fijo en las alineaciones de los azulgrana hasta el tercio final de la Liga.

Sea como sea, el dato de las remontadas es demoledor e hiriente para los que acabamos tan decepcionados ante un equipo que la temporada pasada era de los que tenía más calidad de toda Europa y fue incapaz de ganar nada por falta de carácter y compromiso. Este año, con todavía más calidad, la cosa va por el mismo camino, lo cual resulta doblemente frustrante. Y encima tenemos que ver como el Real Madrid, el némesis de los azulgrana, sigue remontando una y otra vez partidos que se le complican sobremanera, como el Mallorca ayer. Un dato más y ya paro que la cosa duele: el Madrid ha ganado los 13 últimos partidos que ha jugado en casa… seis de ellos con remontada incluída.

Schuster es tan listo como bocazas

Pocas veces una única frase ha levantado tantos comentarios y provocado tantas ampollas. Tratando de analizar desde otras perspectiva el comentario de Bernd Schuster sobre Alfons Xavier Álvarez Izquierdo tras el partido ante el Sevilla he llegado a una conclusión: el técnico alemán ha conseguido lo que pretendía.

Es evidente que Schuster, más allá de los calentones que pilla tras los partidos, sabía el efecto que provocaría aludiendo a la procedencia del árbitro. O eso, o está completamente ido, que no es el caso. Repasando la pregunta de la rueda de prensa se aprecia que el germano está esperando la interpelación e incluso da las ‘gracias’ al periodista tras darle pie al ‘show’. Qué ha logrado con todo esto? Muy sencillo, durante dos días se ha estado hablando más de esta salida de tono que del baño de juego que le dio el Sevilla, de sus errores de planteamiento o de la irregularidad de su equipo. Hoy hay partido de Champions, así que pasamos dos días mas o menos tranquilos, ayer decimos que no hemos dicho nada del árbitro y mañana pasamos página informativa, porque tocará hablar del duelo del Olympiakos.

Hasta aquí, la estrategia muy bien, pero en el fútbol todo vale y la manera en que lo ha hecho me parece absolutamente cínica. Aludir a la procedencia del árbitro ya me parece absurdo, porque es el mismo que se equivocó ante el Almería y entonces no pasó nada. Pero, siendo catalán, el tema es peligroso porque puede herir muchas susceptibilidades. Con eso, además, pone en tela de juicio a la mayoría de árbitros por su simple procedencia. Encima, salir luego negando que haya dicho nada ofensivo sobre este colectivo y que todo son conjeturas de la prensa me parece hasta insultante, para nosotros los periodistas, pero también para los aficionados y cualquier persona con un mínimo de capacidad de raciocinio. Sus palabras hablan por si solas de su poca educación y son tan deleznables como si a él alguien le calificara de nazi por el simple hecho de ser alemán. No hay nada tan peligroso como este tipo de generalizaciones, porque dejan abierta la puerta para muchas interpretaciones y meten a todo el mundo en el mismo saco.

Viendo la trayectoria de Bernd Schuster como jugador, salpicada de polémicas, y como entrenador, con declaraciones tan poco desportivas como las que hizo cuando entrenaba al Getafe y recibió el golazo de Messi, la verdad es que tampoco me sorprenden determinadas frases de Schuster. Lo que sí que me causa estupor es que está tan agresivo y cínico en un momento en que las cosas marchan teóricamente bien, con el Real Madrid líder en la Liga y con el pase encarrilado en la Champions. En lo que llevamos de temporada ya le hemos visto demasiadas veces desafiar a los periodistas y ningunearles por no saber de fútbol ante sus críticas. Es otra postura que me revienta de cualquier entrenador: cuando halagamos sabemos mucho de fútbol, pero cuando ponemos el dedo en la llaga, entonces no tenemos ni idea, aunque nuestros análisis sean correctos. Todo esto me lleva a pensar que, o bien Schuster tiene un grave problema de personalidad o bien alberga serias dudas sobre un equipo que es tan irregular como para pasearse en Mestalla con un 1-5 y, tres días después, caer con todas las de la ley en Sevilla.