El martes, a la seis de la mañana, salíamos tres amigos en coche con destino Lyon. El miércoles, casi a la misma hora y con un partido de Champions y más de 1300 kilómetros a la espalda, regresábamos a Vilanova exhaustos, pero con una historia más que contar a nuestros nietos. Casi todos los que nos conocen nos decían que si estábamos locos, pero para nosotros, que hicimos prácticamente lo mismo en mayo del 2006 para ir a París, al doble de distancia, tampoco era tanto.
Llevo un día pensando si escribir o no este post, porque inevitablemente debe contener muchas referencias personales y no soy una persona que se sienta cómoda hablando de ella misma, pero al final me he decidido porque creo que a partir de este periplo se puede obtener un retablo bastante fiel de lo que supone viajar por Europa con el FC Barcelona y se puede entender por qué hay tan poca gente que lo hace.
Como habréis adivinado, ni mucho menos fuimos de viaje con el RACC, sino que nos limitamos a comprar las entradas a través del Barça a un precio asequible (40 euros) sin problema alguno, y a montarnos el viaje por nuestra cuenta entre tres amigos. Ya en Lyon no encontramos con un par de señores que habían viajado con la agencia oficial del FC Barcelona y, tras explicarnos su experiencia, me quedé horrorizado. De entrada habían intentado ir a Glasgow e hicieron su reserva oficial a través de la agencia, pero la noche antes del partido, con el día de fiesta ya solicitado y todo pagado, les llamaron del RACC que se cancelaba el vuelo porque sólo se habían apuntado 90 personas y no llegaban a las 150 requeridas. Qué culpa tenemos nosotros? Y el día de fiesta que pedimos en el trabajo? Por qué tenemos que pagar por adelantado todo el importe si luego no nos garantizan nada? Se preguntaban con razón. Para Lyon decidieron asegurarse el tiro y viajar con el avión del club junto al equipo y la prensa que cubre el partido, que comprendía dos noches de hotel y un tour por la ciudad. El precio, a mi parecer, carísimo (650 euros por persona) pero puede ser poco si a cambio consigues pasar un rato con tu jugador preferido. Ahí viene la otra: nos comentaban que un cordón de seguridad separa a los jugadores de los aficionados, aunque se las arreglaron para llegar hasta Messi, que les firmó todo lo que pidieron. A su lado estaba Ronaldinho, con gafas dentro del avión (?) y cascos enormes para escuchar música. Intentamos que nos firmara una camiseta, me explicaron, pero Messi nos miró y nos dijo, «mejor que no lo molestéis, porque está descansando». Sin comentarios.
Visto lo visto, nos fue mucho mejor a nosotros, pese al palizón. Llegamos a Lyon sobre las 12,30, con el tiempo justo de ir al centro y buscar un sitio para comer. Cómo tampoco teníamos referencias, decidimos hacer ‘el guiri’ e ir al restaurante que regenta Éric Abidal, el Café des negotiants, donde yo esperaba encontrar a más guiris y un restaurante tipo Sports Bar, con mucho precio y comida de poca calidad. Estaba meridianamente equivocado. Coincidimos con tres directivos con los que estuvimos hablando amigablemente, entro los que estaba el nuevo responsable de la sección de básquet del club, Josep Cubells, y varios aficionados más del Barça, pero la mayoría de la clientela era autóctona. Eso ya me infundió ánimos, al igual que la carta, refinadísima y con platos bastante caros. Nosotros fuimos a lo sencillo y comimos el menú por unos 30 euros, pero la verdad es que la calidad era tan buena como la decoración, una mezcla de clasicismo francés y de modernidad.
De hecho, estos dos factores definen muy bien Lyon, una ciudad en la que no había estado y que me encantó. Surcada por el Rhone, ha sabido adaptarse a los tiempos modernos sin perder la esencia, la arquitectura y los monumentos clásicos, que casi te trasladan a la Francia del siglo XVIII, posterior a la Revolución Francesa. Especialmente bonita es la parte antigua de Lyon, al lado del río, con sus callejuelas, librerías antiguas y restaurantes.
Tras un paseo por la ciudad nos dirigimos hacia el Stade de Gérland, un estadio de propiedad municipal, a lo Montjuïc por entendernos, pero muy moderno, adaptado para el Mundial de Francia de 1998. Allí nos esperaban unas cuantas sorpresas en cuanto a organización. Nada más llegar les pedimos a los gendarmes dónde podíamos aparcar y tras preguntarnos si éramos les visitantes espagnoles nos mandaron a un acceso concreto. Ahí nos franquearon la entrada al estadio y fuimos a parar a un párquing en el que todo eran coches de seguidores del Barcelona. La parte buena era que no pagábamos y era muy seguro, y la mala es que nos tuvimos que quedar un rato en el coche, porque hacía un intenso frío y estábamos literalmente encerrados y sitiados de policía, por lo que no podíamos desplazarnos por el estadio o ir a comprar a la tienda del club. Estábamos, además, delante del virage sur, la zona en la que nos íbamos a ubicar tras pasar dos férreos controles de policía, en los que nos registraron de arriba a abajo.
Del partido no voy a comentar mucho, pese a que me gustó mucho el Barça y me dio la sensación que en todo momento el Lyon fue a remolque nuestro. Sólo dos apuntes: Iniesta estuvo sublime e hizo absolutamente todo bien, gol aparte, y Bojan evidenció que aún le falta mucho y que tiene que madurar, pero sus dos destellos fueron claves en los goles. Una muestra inequívoca que estamos ante un crack en ciernes. Y sobre Ronaldinho, pues que me parece perfecta la decisión de Rijkaard: si no está bien, al banquillo y que jueguen los que lo merecen.
La seguridad, espectacular
Tras el partido y el intenso frío que tuvimos que soportar lo peor fue tener que esperar media hora más en las gradas a que se vaciara el estadio. Algo innecesario, porque en ningún momento estuvimos a menos de 20 metros de los aficionados del Lyon, pero obligatorio por normativa UEFA. Y antes de irnos, una sorpresa más. Al salir del párquing había un coche de la policía secreta francesa que esperó a la comitiva de coches que salía, se puso delante y nos fue abriendo paso hasta la autopista, flanqueados por varios motoristas. Es decir, seguridad total y nada que ver con el caos que se produce en el Nou Camp, donde miles de seguidores del Glasgow entraron por las mismas puertas que los azulgrana y luego todo el mundo se mezcla con todo el mundo, con el evidente peligro que esto comporta.
A nosotros el viaje nos salió, entrada incluída, por unos 180 euros por cabeza. Un precio razonable y asequible, aunque es una locura de quilómetros. No es por colgarnos medallas, porque nosotros hacemos esto porque nos encanta el fútbol y el Barça, pero uno de los comentarios de mis amigos con los que me quedé es que alguna vez estaría bien que alguno de estos cracks que cobran millones y millones y pasan de todo cuando pierden un partido, hiciera un viaje así y viera lo que algunos aficionados son capaces de hacer por el equipo.