En nuestro tránsito vital diario, a veces es conveniente hacer un alto y mirar hacia atrás para entender cómo hemos llegado a un determinado punto. Hoy hace justamente tres años, el 20 de noviembre del 2004, el FC Barcelona se impuso al Real Madrid por 3-0 en el Nou Camp. Fue el partido de la rabia, de la pillería de Eto’o robándole la cartera a Roberto Carlos y Casillas y marcando el 1-0 a puerta vacío, del 2-0 de Gio poco antes del descanso, de la explosión de alegría tras el 3-0 de Ronaldinho…
Dentro de los grandes tópicos del fútbol está el que dice que un Barça-Madrid sólo son tres puntos y que no permite grandes lecturas. Yo no lo veo así. Aquél 20 de noviembre del 2004 se formalizó un cambio de ciclo: el Barcelona de los jóvenes cracks hambrientos de títulos, como Ronnie, Eto’o, Deco, Márquez… dio una lección a aquél Real Madrid endiosado, que empezaba a vivir el ocaso de sus galácticos.
El modelo que instauró Florentino Pérez de plantilla tiene una fecha de defunción concreta, coincidiendo con otro Real Madrid-FC Barcelona: el 19 de noviembre del 2005. Hoy hace dos años y un día el nuevo Dream Team de Frank Rijkaard vivió su noche más gloriosa, con permiso de la final de París, al imponerse por 0-3 al Real Madrid. Fue la noche del enésimo gol de Eto’o en el Bernabéu, de las portentosas cabalgadas de Ronaldinho por la banda, del ‘yo flipo’ de San Iker Casillas o de los aplausos del público blanco a un equipo que maravillaba con su fútbol rápido, preciso, directo, agresivo…
Hoy hace un año y casi un mes, el 22 de octubre del 2006, el FC Barcelona visitó al Real Madrid en el Bernabéu con esa exhibición en el recuerdo. Con la Champions League aún fresca en la memoria y con Joan Laporta hablando de ganar todos los títulos y de temporada histórica. Los blancos, sin embargo, pasaron por encima de un equipo, el azulgrana, que se permitió la frivolidad de jugar sin medio centro defensivo. Fue un 2-0 pero pudieron ser más. Tras la estrepitosa derrota ante el Sevilla en la Supercopa de Mónaco, la afición blaugrana asistía atónita por segunda vez en pocos meses a un partido en el que el rival maniataba al equipo más incisivo del continente, que se perdía en una marisma de pases horizontales sin apenas pegada ni profundidad. Todos, incluídos la prensa, el cuerpo técnico y la directiva, nos amparamos en que no se pueden sacar conclusiones de un único partido y nos escudamos en la palabra accidente. Visto en perspectiva, está claro que no lo fue. Así quedó demostrado en la vuelta, en la que el Real Madrid volvió a maniatar a un impotente Barcelona en su propio estadio y se adelantó hasta tres veces en el marcador (3-3). Sólo la portentosa actuación personal de Leo Messi evitó una humillante derrota a manos del eterno rival, que al final se acabaría llevando la Liga.
Está claro que un único partido nunca decide una Liga, pero un Barça-Madrid permite, por encima de todo, enfrentar de manera directa el potencial de dos equipos que, durante 363 días al año se están midiendo de manera indirecta, a través de resultados con otros oponentes. Dentro de un més y dos días, el Barcelona y el Real Madrid se volverán a ver las caras en el Nou Camp en un partido que puede ser muy importante en el devenir de los azulgrana. Hay algunos medios que incluso han puesto esa fecha como el límite de la paciencia de la junta directiva respecto a Frank Rijkaard. Por lo pronto, la historia reciente nos demuestra que el Real Madrid ha tenido en los últimos meses una línea ascendente y el Barcelona, una descendente, por lo que un mal resultado azulgrana acentuaría esta dinámica. Por el otro lado, si la tan anunciada reacción culé tiene que llegar, qué mejor momento que este, después de visitar Mestalla y ante el eterno rival en casa.
Ya sabéis, os dirán que sólo son tres puntos, que un partido no decide un campeonato, que a un partido puede pasar cualquier cosa… No os dejéis engañar.