La atención que suelen dispensar los equipos grandes a la Copa ha sido en los últimos años inversamente proporcional a su trayectoria en la Liga. Me explico. Mientras el Barça ha dominado sin paliativos la competición de la regularidad, ha tirado sistemáticamente la Copa con alineaciones absurdas, derrotas ante equipos de Segunda B e incluso remontadas y ridículos inaceptables como el del año pasado en Getafe. Este año, sin embargo, a nadie se le escapa que lo de la Liga está muy cuesta arriba, que la Champions es como una ruleta en la que no basta jugar bien para ganar y que la Copa puede ser una tabla de salvación de otra campaña sonrojante para un equipo con semejante potencial.
El Real Madrid, en cambio, afrontó la vuelta ante el Mallorca sin buena parte de su artillería y jugadores clave como Van Nistelrooy, Raúl o Robinho se quedaron de entrada en el banquillo. Lógicamente, no es que Bernd Schuster quisiera que su equipo perdiera, pero dio la sensación que tampoco le iba mal una eliminación para poder centrarse en la Liga y la Champions. Un día antes, en Barcelona, el conjunto azulgrana había afrontado la vuelta de los octavos de final como si de una eliminatoria decisiva de Champions se tratase. Rijkaard alineó todo lo que tuvo a mano y planteó un partido serio y minimizando los riesgos, idéntico al que le dio el pase a la final de París ante el Milan (1-1 en la ida y 0-0 en la vuelta en el Camp Nou). Entonces nadie se quejó, por el potencial del rival y por la alegría de vernos levantando la anhelada copa en Saint Denís, pero esta vez la eliminación del Sevilla ha sido acogida con cierta decepción.
Vaya por delante que soy de los que defiendo que un equipo, por técnico que sea, debe ser capaz de adaptarse a estas situaciones y tirar adelante este tipo de eliminatorias. Si el rival es el que necesita marcar, pero te está esperando para que cometas un error, por qué arriesgar? Otra cosa es que creo que el Barcelona, aún teniendo en cuenta todo esto, está obligado a algo más, por equip, tradición y por jugar en casa. No puede ser que se limite a transitar por el partido con un 0-0 y con el riesgo de encajar un gol del Sevilla en cualquier acción aislada.
Lecturas positivas… y negativas
El partido ante el Sevilla, como casi todo en la vida, me dejó casi tantas lecturas positivas como negativas, pese a que hacía tiempo que no me aburría tanto viendo un partido del Barça. Entre lo bueno me quedó con la gran solidez defensiva que ha adquirido el equipo con los fichajes de Abidal y Milito. El lateral volvió a comerse a Navas, como hiciera en el partido de Liga, y el central volvió a dar un recital de salida de balón, colocación y contundencia. También Iniesta demostró ser un jugador total, brillando pese a los mareantes cambios a los que le sometió Rijkaard.
Y aquí empiezan las lecturas negativas del duelo. En primer lugar el técnico se equivocó en su planteamiento, situando a Iniesta por la banda izquierda y Henry por el centro, dónde está demostrando menos capacidad de hacer daño que arrancando desde la izquierda. Poca gente se fijó en estos movimientos tácticos, pero yo, que me aburría como una ostra en el campo, pude ver a Iniesta bajar al centro del campo, Gudjohnsen pasar al extremo y acabar en el centro para que Henry pasara a la izquierda. Resultado? Iniesta que estaba entrando bien por el carril tuvo que pasar a hacer la faena sucia, Gudjohnsen acabó tan desquiciado como el año pasado cuando jugaba de ariete y Henry no fue el de las grandes ocasiones. Profundidad cero en ataque. El único que no permutó posiciones fue Giovanni, que empieza a escamarme un poco. El mexicano me recuarda a Iván de la Peña en el sentido que cada vez que toca la pelota quiere hacer una jugada de aquellas que sale en los záppings. Está tan empeñado en hacer lo difícil que incluso se está olvidando de lo fácil y el partido que hizo ante el Sevilla volvió a ser mediocre. Otros aspectos preocupantes fueron la aterradora cantidad de balones no forzados que perdió Márquez en el pivote, pese a que defensivamente estuvo impecable, y la facilidad con la que Diego Capel se fue de un Zambrotta cuyas franjas azules de la camiseta cada vez son más negras.
El capítulo de decepciones coperas lo completan el Espanyol, que en cuatro días ha bajado de su nube blanca (y azul), y ha visto rota su racha en la Liga y se ha visto apeado de ‘su’ Copa. El Athletic tiró de casta y superioridad numérica para volver a instalar el fantasma de los penaltis entre la afición ‘perica’. Un apunte: no entiendo cómo un jugador tan poco técnico como Torrejón puede ser el encargado de chutar el quinto y decisivo penalti.