Soy de los ‘enfermos’ que han ido a los dos últimos partidos en el Nou Camp, pese a que el día (martes y domingo) y la hora (nueve de la noche) lo desaconsejaban. Creo, sin embargo, que con el Barça nunca te puedes fiar y, si puedes, debes acudir al campo, porque siempre ves cosas nuevas y porque, por ejemplo, también fui solo hace casi un año a ver un Barcelona-Getafe de Copa y puedo presumir de que vi en directo el gol maravilloso que Messi marcó a lo Maradona.
Ahora bien, aún con eso, que me gusta analizar los partidos tácticamente y que soy de los que defiende que el Barça a veces debe jugar más práctico, la verdad es que hacía tiempo que no me aburría tanto viendo al equipo, incluso en los partidos malos del año pasado. Ya sé que hay bajas importantes como Eto’o, Touré o Messi y que Ronaldinho está desaparecido mental y físicamente, pero la sensación que me queda es que este equipo ha perdido la magia, la chispa que lo hacía diferente a otros. Giovanni está empeorando partido tras partido, ahogándose en su individualismo y tratando de arreglar cada error con otro aún más grande, Bojan tiene chispazos, pero está muy verde y Henry está mejorando, pero creo que tendría que dar mucho más de lo que está dando, sobretodo en el uno contra uno. En el centro del campo, Deco aporta algo más que Xavi, pero está lejos de aquél jugador decisivo y con llegada de otras temporadas, Gudjohnsen es trabajador pero poco desequilibrante y sólo Iniesta es capaz de saltarse el guión y romper un partido con una jugada individual, aunque jugando de pivote pierde capacidad de resolución, Con todo, qué lujo debe ser para un entrenador tener un jugador como él, que cumple con un 8 o un 9 en cada posición en la que le ponen.
La sensación que no va a pasar nada
El Rácing demostró ayer en el Nou Camp que no está donde está por casualidad, sino que es un equipo trabajado tácticamente y difícil de desmontar, como ya comprobaron los azulgrana en la primera vuelta. Ayer, el balón tardaba horrores en ir de un lado al otro en el campo, con lo cual ni los laterales podían crear superioridad ni los extremos (?) tenían unos contra uno fáciles, por mucho que cuando los tuvieron casi nunca los aprovecharon. La sensación era que, salvo el error en el córner, el Barça no marcaría, tal como el día del Sevilla, y eso es algo que no sentía desde hace tiempo. Os acordáis de aquellos partidos en los que en cualquier jugada podía llegar un gol? Si a eso le sumamos que el Barça sigue impecable en defensa, aunque Silvinho juegue por Abidal para dar mayores variantes ofensivas, a los aficionados ya no nos queda ni siquiera el ‘canguelis’ tan típico en el Nou Camp cada vez que el rival pisaba área.
Al principio de la temporada ya señalé en el artículo del ‘bunker team’ que el Barcelona se estaba blindando atrás. Me parecía un buen punto de partida, siempre y cuando mantuviera la capacidad de desequilibrio y sorpresa arriba que le había caracterizado en los últimos años, algo que esperaba que llegaría con los partidos y la recuperación de jugadores como Eto’o o Ronaldinho. Con el paso de los partidos la tendencia se ha acentuado, pero a la inversa. El equipo de Frank Rijkaard ha adquirido tics de los grandes conjuntos italianos como la seriedad impecable en defensa o el acierto a pelota parada (hace años ver un gol de córner en el Nou Camp era como un milagro), pero en cambio ha perdido aquella magia que le hacía diferente e imprevisible. Los cinco primeros minutos de Leo Messi fueron como una foto en color sepia de aquellos tiempos, un ligero ‘déja vú’ que no tuvo continuidad en el partido.
Ser el equipo menos goleado de la Liga está muy bien, pero no garantiza títulos. Y si no, que se lo pregunten al Getafe y al FC Barcelona, que la temporada pasada fueron los equipos menos goleados con 33 dianas. Un Getafe, por cierto, que estaba entrenado por Bernd Schuster, que ayer salió sin recibir ningún gol del Vicente Calderón, en el desplazamiento sobre el papel más difícil que le quedaba esta temporada. Ya llevo semanas diciendo que allá él el se quiera consolar con la cantinela de que el Madrid gana sus partidos a golpe de suerte, pero que el alemán le está dando un equilibrio espectacular a los blancos y que están allí, desde luego, por méritos propios.