La pequeña chispa de ilusión que se encendió con la victoria agónica del FC Barcelona sobre el Osasuna y el tropiezo del Real Madrid en Almería se ha apagado con el torrente de goles que los blancos le endosaron ayer al Valladolid. El chispazo fue tan bonito como fugaz, pese a que para creer que el equipo de Frank Rijkaard tiene opciones de ganar esta Liga hay que ser muy iluso, muy barcelonista, muy clarividente o muy creyente. Los azulgrana deben pasar aún por campos como el del Zaragoza, el Atlético de Madrid o el del mismo Real Madrid, mientras que a los blancos les basta con gestionar mínimamente su ventaja para celebrar en junio (o antes) su segundo título consecutivo.
Que el equipo de Bernd Schuster perdiera en Almería no deja de ser un tropiezo. Lo noticioso sería que lo hubiera hecho ayer, por segunda semana consecutiva, en casa y ante un rival como el Valladolid. Pero la respuesta fue contundente. Dudas? Crisis? mal juego? Un 7-0 y a la ducha. Son tres puntos más, ocho de ventaja, pero también un mensaje muy claro para quién dude del Real Madrid. Y estas cosas, estas sensaciones, también juegan en una Liga, en un cuerpo a cuerpo. Sabemos que los blancos no tienen tantas estrellas como los azulgrana, pero son un bloque compacto, que no necesitan jugar de manera fenomenal (como ayer) para pasar de la media docena de goles y que tienen una enorme confianza en si mismos. Su pegada es tan espectacular que hasta pueden permitirse prescindir de Van Nistelrooy para desarticular la teoría del ‘Casillas + Van gol’ como secreto de su éxito.
El Barça emite mensajes contradictorios
Supongo que casi todos coincidiremos en las sensaciones que transmiten los blancos, ahora bien, qué sensaciones transmite el Barça? Para mi, más preocupante aún que la abismal diferencia de puntos es la sensación de no saber aún a estas alturas de la temporada a qué juega el equipo. Me parece preocupante que Frank Rijkaard pueda plantear aún tan mal un partido (pese a las bajas),como lo hizo en Sevilla y quedó demostrado con los retoques de la segunda mitad. Me fastidia que Ronaldinho, cinco meses después del inicio de la temporada, tenga que coger aún la forma y nadie nos explique como es posible que esté jugando tan mal, que Henry no sea el líder que necesita ahora el Barça, que los centrocampistas conduzcan tanto el balón y los partidos se atasquen sistemáticamente, que en siete partidos el equipo haya marcado cinco goles o que Messi hace más de dos meses que no ve puerta y que esté jugando de falso delantero centro cuando es el mejor extremo del mundo, con permiso de Cristiano Ronaldo.
Ahora mismo, la imagen que más se asemeja al Barça es la de una cama de agua, en la que pisas en un lado y todo empieza a ondularse. Hay lesiones, cambios de posiciones, jugadores que hacen un partido brillante y otro horrendo, falta de continuidad en los onces… desconcierto, en una palabra. Aunque se gane la Copa y suene la flauta en la Champions, cosa que parece muy improbable, este verano tocará afrontar con valentía la renovación y la limpieza del vestuario que no hubo narices para hacer el año pasado. Y si Frank Rijkaard es tan amante del buen rollo que no se atreve a tomar decisiones traumáticas, pues nada, le damos las gracias por los grandes momentos que nos ha dado y que venga otro con las ideas claras y que por lo menos sepa a qué queremos jugar.