Los periodistas y los aficionados a la prensa deportiva a veces soñamos con que los futbolistas recorran menos al tópico fácil y cuenten lo que realmente sienten o piensan, pero hay jugadores cuyo nivel de inteligencia es tan bajo, que lo mejor que pueden hacer es expresarse únicamente con estas frases hechas. Es el caso de Samuel Eto’o, a quién ayer, en vísperas del partido más importante del año y tras una nueva decepción en el Nou Camp, no se le ocurrió otra cosa que decir que «yo lo que quiero es ganar títulos, y si el año que viene no lo hago aquí, lo haré en otro sitio«. Un rápido vistazo a la prensa de hoy me ha confirmado lo que ya esperaba: los medios ‘afines’ han publicado la noticia lo más disimuladamente posible y el resto han evitado hacer más sangre en una situación general azulgrana que es tan deprimente que ya esto no es casi noticia.
Mucha gente me ha preguntado y se pregunta cómo ha podido llegar Ronaldinho a dejarse ir de esta manera y cómo el vestuario del FC Barcelona ha podido llegar a esta situación. Obviamente, no se puede culpar únicamente a Samuel Eto’o, pero hay una fecha, la de su ‘rajada’ en Vilafranca, que deberíamos tener todos marcada en rojo en el calendario. Lo grave entonces no fue lo que dijo el camerunés, que tenía su parte de razón, sino como lo hizo y lo que pasó luego. Eto’o vulneró un código no escrito del vestuario y aireó sus problemas fuera, imbuído, además, por una rabia y una envidia evidentes hacia quienes criticaba. Lo hizo escudado en el soporte que tiene de Joan Laporta, con quién tiene línea directa de comunicación y quién frenó cualquier intento de castigo al delantero. Algo que sentó fatal en el vestuario.
A estas alturas de la película ya ha quedado claro quién ha ganado el pulso entre Eto’o y el ‘clan brasileño’ del vestuario que formaban Motta, Deco y Ronaldinho, pero también quién ha salido perdedor. De hecho, casi todo el mundo ha salido perdiendo. El equipo se ha quedado sin líderes dentro del vestuario, los brasileños acabarán probablemente fuera del Barça y Eto’o, sin las asistencias de Deco, Messi o Ronaldinho se ha revelado como lo que es: un buen delantero con velocidad, sacrifico, un notable físico y buen disparo, pero poca cosa más. Cuando más se le necesitaba, ha quedado patente su escasa o nula capacidad para decidir un partido, su poca técnica individual y la dependencia de los grandes pasadores que ha tenido y tiene el FC Barcelona.
Los grandes males del vestuario, verbalizados
Las declaraciones del delantero camerunés son un fiel reflejo de los grandes males que aquejan actualmente al vestuario azulgrana: falta de compromiso (si no gano títulos me voy), individualismo (yo lo que quiero…) y autocomplacencia (en España ya he tocado techo). Acaso, si no se ganan títulos, no será una parte de la culpa suya? A mi me parece que sí. Dónde está ese carácter luchador y guerrero que muchos le atribuyen? A mi me parece muy cobarde hablar de irse a las primeras de cambio, cuando las cosas van mal dadas. Y qué entiende él por tocar techo? Ganar dos Ligas y una Champions? Entonces, los integrantes del Dream Tam (cuatro Ligas y una Champions) qué hicieron? Y Paolo Maldini? Y Michael Jordan?
Es evidente, no os puedo engañar, que nunca me ha caído bien Samuel Eto’o. Y es precisamente por cosas como éstas y porque, básicamente, es una persona muy poco inteligente y movida casi exclusivamente por el egoísmo. Un egoísmo que se le notó cuando luchaba por ser pichichi y acabó perdiendo el título ridículamente ante Diego Forlán, o el año pasado, criticando a sus compañeros de vestuario; o este año, marchándose a la Copa de África y arriesgando a jugar hasta el final lesionado, pese a que sabía lo mucho que lo necesitaba el Barça; o ahora, con estas declaraciones, en el peor momento del barcelonismo en bastante tiempo. Muchos le defiende que se deja la piel en el campo. Donde ellos ven sacrificio yo veo egoísmo, porque Samuel Eto’o juega para él y para los suyos, tal como ha declarado alguna vez. Y lo triste es que en el Nou Camp a veces se valora más al jugador que se marca un esprint de 20 metros para ‘luchar’ por un balón que está perdido que a otro que deja sentado a un defensa con una ‘elástica’. Y es triste, porque los que jugamos o hemos jugado alguna vez a fútbol sabemos que correr como un loco no es difícil, todos lo podemos hacer; pero desbordar a tres defensas y marcar con un disparo cruzado en el Bernabéu, por poner un ejemplo, está al alcance de muy pocos. Y es que, como dijo Johan Cruyff una vez: «mis delanteros sólo deben correr 15 metros, a menos que sean estúpidos o estén durmiendo«. Gracias Samuel por tus declaraciones.
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