Vídeos oficiales de la Transvulcania y la UTBCN

 

Se han publicado casi simultáneamente los vídeos oficiales de las dos ultras en las que he participado de momento esta temporada. Verlos me ha hecho constatar, con cierta sorpresa, que en apenas dos semanas pasé del frío, la lluvia y el agua hasta los tobillos de la Ultratrail Barcelona, a la arena, los volcanes y la calor de la Transvulcania.

 

 

 

 

Espero que la tercera, la Volta a la Cerdanya del dia 8 de junio, no sea la ‘carrera de nieve’! 😉

 

 

 

 

 

 

La Volta a la Cerdanya Trail del dia 8 de junio, el próximo reto

Hoy lunes se han hecho públicos los dorsales de la Volta a la Cerdanya Trail, la próxima prueba que correré el dia 8 de junio. A mi me ha tocado el 1136 y la peculiaridad de estos dorsales es que están personalizados con el nombre de cada corredor y la tipografia creada por Anna Vives, una chica con sindrome de Down y que debería ser un ejemplo para todos por su vitalidad y creatividad. El mio aún no lo he visto, pero el de Kilian Jornet, que correrá la carrera de 35 quilómetros, me parece precioso.

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Personalmente, me apetece mucho correr esta prueba, puesto que es una zona que conozco, pero por la que nunca he corrido, y porque esta será mi última prueba ya hasta finales de agosto. Además, como formo parte del Projecte Summit, de Emma Roca, me realizarán un montón de pruebas médicas antes y después de la carrera que espero que me sirvan para conocerme algo mejor. De momento ya nos han comunicado que iremos localizados en todo momento con el sistema Tracmove y que cuando lleguemos a meta nos estarán esperando para trasladarnos directamente al Hospital de la Cerdanya para realizarnos pruebas. Ah, y que no podremos comer ni beber… En una hora y media! Madre mía, con el hambre que tengo cuando acabo una prueba de estas! Jajaja

Bueno, no sé como irá, pero de momento la organización me transmite muy buenas sensaciones. Atentos, profesionales, trabajando con mucha previsión… Tiene muy buena pinta esta prueba liderada por el padre de Kilian, Eduard Jornet, con el que tuve la ocasión de charlar durante la pasada Maratón de Barcelona. Eso sí, espero que el tiempo mejore un poco y que se derrita la nieve que, por lo que me han comentado, ha teñido de blanco la Cerdanya. Aquí os dejo un perfil de la prueba de 87 quilómetros con 3.800 metros positivos de desnivel y con unas cuantas subiditas de las que dan miedo.

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Transvulcania 2013: finisher en 10h17′ y la posición 91

La Transvulcania es una carrera espectacular que tiene lugar en la isla de La Palma con un recorrido de 83 quilómetros y 4.400 metros de desnivel positivo. Discurre a través del GR-131 y parte del GR-130 y tiene varias peculiaridades, como el hecho de salir a nivel del mar, subir hasta 2.500 metros entre volcanes y un paisaje alucinante, volver a bajar a nivel de mar y afrontar la llegada en Los Llanos de Aridane. Pese a que apenas tiene cinco años, el hecho de formar parte del World Skyrunning Series, su belleza y el patrocinio de una marca del prestigio de Salomon han elevado la prueba a una de las de más prestigio del calendario internacional. Este año, además, se habían dado cita los mejores corredores del mundo y aunque algunos como Anna Frost, Miguel Heras o Tony Krupicka se cayeron a última hora por lesión, el cartel seguía siendo de escándalo.

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Llegué a la isla el jueves por la mañana y me alojé en el Hotel Princess de Fuencaliente. Desde el primer instante te das cuenta que la isla está volcada con la carrera y que sus habitantes son muy amables. La mayoría te preguntan si vas a correr y te dan ánimos con una muestra de respeto y veneración. Estaba deseando correr y por la tarde no pude resistirme al hecho de ir hasta el Faro de Fuencaliente y hacer los 8 primeros quilómetros de la prueba y volver. No era cuestión de quemarse a dos días de la carrera, así que fui muy tranquilo, haciendo fotos y disfrutando de las imponentes vistas, del sobrecogedor silencio y probando por primera vez el calor al que me iba a enfrentar o otras dificultades, como el perfil duro, de piedras volcánicas, o la arena negra que dificulta mucho la tracción en plano y te hunde en las subidas. Al dia siguiente fui a la presentación para la prensa de la prueba y pude hacerme una foto con Kilian Jornet y Nuria Picas, dos corredores catalanes de los mejores del mundo, o hablar tranquilamente con otros, como Timmy Olson, el ganador de la última Western States. A muchos no les dirá nada, pero para mi era un sueño poder conocer y charlar con algunos de los mejores corredores del mundo, a los que llevo tiempo siguiendo.

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El día de la prueba nos levantamos a las 3 de la mañana, desayunamos en el hotel y a las 4,30 en punto subimos al autobús que debía llevarnos a la salida. Allí me encontré con Isra Prieto, el otro chico de Vilanova que corría la prueba, y con el que estuve hablando durante una hora mientras esperábamos que arrancara la prueba. Los días previos me obsesionaba la salida, puesto que había visto que tenía lugar por un sendero estrecho en subida y temía que, con 1.700 participantes, si salía de muy atrás me encontrara con un tapón que me retrasara innecesariamente. Por suerte, pudimos colocarnos muy adelante, prácticamente en segunda fila detrás de los profesionales, mientras esperábamos la salida a ritmo de AC/DC. El momento llegó y me vi corriendo con el corazón desbocado, pulsaciones a tope, por el sendero. Hice los primeros seis quilómetros a un buen ritmo, corriendo pese a que la subida era considerable, y mirando de tanto en tanto el precioso espectáculo que suponía ver una fila de luz formada por miles de corredores en medio de la más absoluta oscuridad.

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Ya durante la subida había mucha gente por el camino animando y me habían hablado de Los Canarios, el primer pueblo, pero no estaba preparado para lo que me encontré allí. Aún no eran las siete de la mañana y en la calle había centenares de personas animando como locos. Niños que te ponían las manitas para que se las chocaras, adultos, ancianos… Todos gritando ‘sí, se puede’ y haciendo que se me pusiera la piel de gallina e incluso se me estuvieran a punto de saltar las lágrimas. No soy una persona muy emotiva, pero aquello me superó y me hizo sentir que, pese a lo que pueda pensar mucha gente, era un privilegiado por poder correr una prueba así. La apoteosis llegó en el avituallamiento, que estaba entre dos vallas repletas de gente que se iban estrechando, estilo Tour de Francia. Estaba tan emocionado que apenas me hidraté, pese a que hacía mucho calor, y salí zumbando por una pendiente terrible mientras mis piernas protestaban.

Y tras el jolgorio, el contraste. La calma absoluta, el silencio de adentrarte en una zona boscosa previa al duro ascenso que nos esperaba hasta Las Deseadas. Sabía que en los primeros 20 quilómetros se pasaba de 0 a 2.000 metros, por lo que los 12 que me quedaban iban a ser muy duros. Ya había logrado situarme bastante adelante (en ese momento no lo sabía, pero pasé el primer control en la posición 97), y me dediqué a buscar un ritmo alegre, pero no excesivamente rápido. En todo este proceso la isla me regaló un amanecer precioso, que hizo un poco más afable una subida fatigosa, complicada por un terreno gravoso y escarpado. En este tramo me pasaron bastante corredores, sobretodo Canarios, que a mi entender iban muy rápidos, pero no me obsesioné. Quedaba mucha carrera y quería ser algo conservador para no llegar muy tocado al tramo más duro y de más calor.

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La llegada a la zona alta de Las Deseadas se hace dura. Apenas hay tramos corribles, así que intento subir a un buen ritmo, casi haciendo marcha atlética, y no detenerme. No me he hidratado bien y lo paso algo mal hasta llegar al segundo avituallamiento. Entre medio me asaltan las dudas: habré salido demasiado rápido? Notaré el cansancio por haber hecho la Ultratrail Barcelona de 114 km. apenas dos semanas antes? Por fin corono el punto más alto y empieza un descenso suave y agradable hasta el refugio del Pilar, parte en la que se acaba la media maratón y que marca un tercio de carrera, más o menos. Lo bonito y lo duro de este tipo de carreras es que, por mucha experiencia que tengas, siempre puedes cometer errores de novato. A mi me pasa en un tramo plano y sin dificultad. Estoy sacando algo de la mochila, no miro el suelo, me despisto y me tuerzo fuertemente el tobillo derecho. Me quedo parado por el dolor y la angustia. En otras carreras me ha pasado lo mismo y el dolor ha ido remitiendo, pero hace tres semanas me pasó en un entreno y fue en aumento. Si es así, y con 60 quilómetros por delante, estoy listo. Trato de calmarme, me tomo un ibuprofeno y corro cojeando y enrabiado por uno de los tramos más fáciles de la carrera.

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Por suerte, el terreno es fácil y con el movimiento el dolor remite. Llego al refugio aún sin ir a tope y oigo los ánimos de centenares de personas que están esperando la llegada de los corredores de la media maratón. Allí me avituallo abundantemente de isotónico y agua, que además está fresca y sienta de maravilla. Salgo y oigo una ovación atronadora, incluso de los voluntarios. Me giro para ver si llegan algún corredor local o el ganador de la media y me sorprendo al ver que no hay nadie, y que es por mi. Alucinando, recorro un tramo de pista en la que hay muchísima gente que te ofrece de todo: agua, comida, Aquarius… Te hace fotos, te anima… El ambiente es increíble.

Hemos llegado a 2.000 metros de altura en el km 26 y ahora viene un tramo que supuestamente planea hasta llegar en el 57 al punto más alto de la carrera, el Roque de los Muchachos. El tramo inmediatamente posterior al refugio es el más pistero y el único en el que se puede correr de una manera un poco regular y rápida, pero pronto llegan más tramos de subida que rompen el ritmo y ponen a prueba las piernas. Sigue habiendo muchísima gente de la isla por el camino, sentados junto al camino con neveras o que han salido a andar y a animar a los corredores. Algunos de ellos ya empiezan a ir tocados y van taciturnos, como Mohamed Ahansal. Me encuentro con el ganador del último Maratón de los Sables y lo está pasando mal. Intercambiamos unas palabras y sigo mi camino. Me siento bien y, aunque algunos corredores me dicen que reserve fuerzas, decido aprovechar el momento y confiar en que mis piernas responderán al final, como lo hicieron en la UTBCN.

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El tramo de ligera bajada pronto acaba y volvemos a afrontar una dura subida hasta el Pico de las Nieves, en el quilómetro 42. Aquí muchos corredores empiezan a notar el cansancio y se van quedando atrás, pero yo subo bien e, inexplicablemente, en muchas pruebas es un punto en el que empiezo a encontrarme mejor. Corro en algunos tramos de subida, pero en otros ando rápido para conservar algo las piernas. Todos los corredores expertos me avisan que la carrera empieza en el Roque de los Muchachos, que la subida hasta ahí es muy dura y la bajada, terrible. Llego al avituallamiento, me hidrato mucho (casi un litro de agua, más lo que cargo encima) y emprendo una pequeña bajada que dura muy poco. Otra vez subida hasta el pico de la Cruz y vistas cada vez más espectaculares de la llamada Caldera de Taburiente.

De ahí hasta adelante hay pequeños tramos llanos, con otros de subida, hasta llegar al mirador de los Andenes, creo, dónde hay un avituallamiento. Estoy a punto de saltarlo, porque apenas quedan cinco quilómetros hasta el Roque, pero decido pararme y comer algo de fruta y beber, siempre beber mucho. Cada vez voy mejor, pese a que la subida ha sido dura y queda lo peor. Ya casi nadie me adelanta y yo voy pasando a algunos corredores. Durante la prueba llevo puesto el altímetro en mi Garmin Fenix para no ver el tiempo que llevo. Tampoco quiero saber en qué posición voy. No quiero que eso me cree ansiedad y me obligue a ir más rápido de lo que puedo aguantar, sino que prefiero dejarme llevar por mis sensaciones y que sea lo que tenga que ser. La Llegada al Roque es extenuante, pero de una belleza sublime. Además, hay muchísima gente en el camino animando y en la parte final de la ascensión decenas de personas que te llaman por tu nombre (la organización reparte listas con los dorsales). Aunque las piernas están a punto de estallar, llego arriba corriendo, sonriendo, agradeciendo y saludando a cada persona con la que me cruzo o está sentada animando.

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En el avituallamiento el ambiente es festivo y hay corredores sentados comiendo pasta. Todo el mundo aplaude, para variar, y se desviven por atenderte. Me mojo la cabeza, porque la calor aprieta, como una barrita, bebo más de un litro de isotónico y me dispongo a encarar la tan temida bajada: en 20 quilómetros nos llevarán de la cota 2.500 al nivel del mar por un terreno supuestamente muy duro y pedregoso. Yo no suelo bajar muy bien y tengo el tobillo algo resentido, así que temo mucho este tramo y me voy mentalizando para que me pasen bastantes corredores. Los primeros quilómetros son fáciles, pero rápidamente llegan las bajadas más duras y técnicas, en las que debes vigilar mucho. Lo hago, pero eso no evita que me tuerza una segunda vez el tobillo. Esta vez el dolor es penetrante y me tengo que quedar parado un par de minutos. Además, el terreno no permite correr con seguridad y me vuelvo a poner en marcha lentamente. Llego con muchas dificultades al avituallamiento del Time, en el quilómetro 70, donde veo a dos profesionales portugueses retirándose.

Sólo me quedan siete quilómetros de bajada hasta Tazacorte, pero aun hay 1.500 metros de desnivel. No puede ser tan duro, me digo. Pero lo es, y mucho. Son las dos del mediodía y el calor es asfixante. Me había mojado la cabeza y la camiseta en el avituallamiento, pero a los cinco minutos estaba seco. A media bajada me encuentro con un chico sentado en un margen con la cabeza entre las manos. Le pregunto si está bien y al ver el dorsal me doy cuenta que es un profesional, Adam Campbell, que me mira con los ojos llorosos y me dice que sí, que siga. El tobillo no me sostiene bien y debo vigilar mucho dónde pongo el pie. Los quilómetros no pasan, me caigo, me enfado por estar haciéndolo mal y no disfrutar de la carrera… El último tramo de la bajada es por una escalera escarpadísima que no se acaba nunca. Allí me tuerzo por tercera vez el tobillo y caigo de rodillas con lágrimas de dolor en los ojos. En esta ‘dignísima’ posición me encuentra una chica que se para y se ofrece a ayudarme. Cuando me habla veo que es francesa y deduzco que se trata de Emilie Lecomte, otra profesional que debe estar luchando por acabar delante y ha tenido la delicadeza de interesarse por mi.

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Hago los últimos 150 metros de bajada literalmente andando, cojeando y dando tumbos hasta entrar en el paseo marítimo de Tazacorte. Creo que incluso estoy un poco mareado y me da vueltas la cabeza por el calor sofocante. Imaginaos un paseo de una ciudad turística un sábado a las 3 del mediodía con todas las mesas de los restaurantes llenas a rebosar. Empiezo a correr y al ser el terreno plano el tobillo me sostiene bien, voy ganando velocidad mientras toda la gente del paseo me aplaude y anima, voluntarios incluídos. Me giro a ver si llega alguna chica, profesional o alguien de Canarias, pero no viene nadie. Es por mi. Alucinante. Estoy demasiado cansado para emocionarme, pero entro en el avituallamiento sacudiendo la cabeza de incredulidad. Mi paso por la carpa es corto (en mi línea), pero me hidrato muy bien y me mojo de arriba a abajo, otra vez. Al salir voy con un chico canario que va andando con palos. Me dice que me reserve, que la subida que queda es dura, pero me encuentro muy bien de piernas, hay asfalto y quiero correr. NECESITO correr.

Algo ha cambiado. El paso por el avituallamiento ha borrado mi mal humor y, aunque la subida es dura y ya vuelvo a ir seco y sofocado, la hago a buen ritmo. Me pasa un chico que grita ‘qué calor, ay va la ostia!’, desde atrás le digo ‘eres vasco, no?’ y me responde, ‘cómo lo has sabido?’ Nos ponemos a reir los dos. En la subida hay grupos de chicos comiendo y con agua que te van lanzando por encima, algo que se agradece como nunca. La verdad es que no se me hace larga y sigo acelerando. En el tramo final pillo a dos chicos argentinos del Salomon Team. A uno lo reconozco porque lo han entrevistado en la salida presentándolo como ‘Gustavo, uno de los mejores corredores de Suramérica’. Empiezo a a intuir que voy muy bien de clasificación y me animo. Al final de la subida nos encontramos con un corredor sentado bajo un árbol diciendo abatido que no puede más. Nosotros tres, sin decirnos nada, nos acercamos, lo levantamos y empezamos a empujarlo para que siga. Ése es el ambiente de una carrera de este tipo. Compañerismo puro.

En las primeras casa hay gente con cubos de agua que te echan por encima y no paran de animarte: ‘vamos niño!’, ‘ya estás, transvulcanero’, ‘la línea azul y se acaba’… Y entonces la veo, una gran avenida con un carril bici azul que te lleva directo a la meta y me lanzo a un esprint con todo lo que tengo. Oigo algo como ‘niño, si estás para hacer otra Transvulcania’ y me río a carcajadas. El dolor de piernas no existe. El del tobillo tampoco. Estoy haciendo dos de los quilómetros más bonitos de mi vida, con gente animándome desde los balcones, gente parada en el arcén, niños mirando con cara de admiración y poniendo sus manos para que las choques, familias sentadas en bares gritando y animando. Delante, a lo lejos, veo un corredor extranjero que ya me había pasado un par de veces y decido respetarlo en la recta final, pero veo que va pasando al lado de los niños y los ignora. Y me da rabia. Esos niños están a las 4 de la tarde bajo un sol abrasador saludando a los corredores. Yo sigo disfrutando como un enano saludando a todo el mundo, musitando ‘gracias’ cada vez que me animan, y chocando mis manos con cada una de esas pequeñas manitas. Uno de los padres, enfadado cuando el corredor de delante esquiva a su hijo, me dice ‘pásalo, pásalo!’. Y decido pasarlo como un avión para llegar a la increíble meta de Los Llanos con los brazos abiertos, mirando el reloj, viendo que estaba en 10h17′ (cuando me había planteado entre 11-12 horas) y sintiéndome feliz, muy feliz. Luego sabría que había quedado en la posición 91, algo que no me imaginaba ni en mis mejores sueños, pero aún ahora, ya con la cabeza fría, pienso que lo mejor no es el tiempo. O el puesto. Sino las sensaciones que viví a lo largo del recorrido y el cariño de la gente y los voluntarios que, por mucho que escriba, nunca podré reflejar aquí. Gracias La Palma. Hasta pronto.
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Seleccionado como Salomon Field Tester

Bueno, por fin es oficial. He sido seleccionado como Salomon Field Tester entre un grupo de bloggeros y corredores de España y Portugal.

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Básicamente quiere decir que me enviarán algunos productos de esta marca de referencia en el mundo del trailrunning, los testearé y publicaré mis impresiones en este blog. La verdad es que es una propuesta que me hace mucha ilusión y espero estar a la altura de mis compañeros. Muchas gracias a Salomon por su confianza.

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Transvulcania, o correr entre volcanes y titanes del ultrafondo

El carismático Anton Kuprika, el ganador del último Ultratrail del Montblanc (François D’Haene), el cuatro veces vencedor de la Maratón de Sables (Mohamed Ahansal), el sorprendente ganador de la última Western States (Timmy Olson), el español Miguel Heras y, sobre todos ellos, Kilian Jornet. Un extraterrestre que el año pasado ganó prácticamente todo lo que corrió, excepto la Transvulcania, en la que sufrió una fuerte deshidratación por la calor y falta de adaptación y acabó tercero. El catalán este año vuelve a la isla de La Palma directamente de su temporada de esquí, pero dispuesto a poner la muesca que le falta en la lista de grandes carreras del mundo.

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Y es que, pese a su juventud (cinco ediciones), la Transvulcania ya puede considerarse por calidad, cantidad (casi 1.700 inscritos) y belleza, una de las carreras más importantes del globo, como lo demuestra el hecho de formar parte de las Skyrunners World Series, el Campeonato del Mundo oficial del ultrafondo. Por ello, en categoría femenina también ha convocado a primeras espadas como Tina Emelie Forsberg, Anna Frost, Núria Picas o Fernanda Maciel, la mayoría de las cuales ya están en La Palma entrenando el recorrido.

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Los participantes en esta prueba, que forma parte del circuito Salomon Nature Trails, deberán recorrer unos 84 kilómetros con 4.415 metros de desnivel positivo, pero las similitudes con otras carreras acaban aquí. La salida tiene lugar a las 6 de la mañana desde el faro de Fuencaliente y ya permite ver una espectacular serpiente de corredores con frontal que afrontan una fuerte subida que se prolonga hasta el kilómetro 57, cuando la prueba corona su punto más alto, el Roque de los Muchachos, a 2.426 metros de altura. Es un recorrido que, por lo que muestran las imágenes, tiene una belleza espectacular y transcurre entre pinares, volcanes y tierra volcánica a lo largo del GR131, conocido popularmente como ‘la ruta del bastón’.

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Personalmente, llego con mucha ilusión a la prueba. Algo resentido y aún con molestias después de la UTBCN y sin apenas tiempo de recuperar, pero confiando que me encontraré bien y podré disfrutar de un paisaje y de una carrera tan peculiares. No tengo muchos objetivos marcados. Sé que no estaré entre los primeros ni quiero volverme loco de entrada, y quizás mi único objetivo es bajar de las 12 horas, pero sin obsesionarme ni descuidar puntos básicos, como la hidratación. Mi idea es ser conservador hasta el Roque y a partir de ahí, si voy bien, apretar un poco, pero disfrutando a la vez de un paisaje que, por lo que he visto y me cuentan, debe ser espectacular.

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Crónica personal de la UTBCN (14º en 13h30′)

La Ultratrail Barcelona era la primera gran prueba de mi calendario particular por distancia (114 km. en principio), porque era el Campionat de Catalunya de la FEEC y porque se corre en mi comarca y he participado en sus tres ediciones. El tema de la salida conjunta y a las 10 de la mañana no me convencía nada. Había entrenado la primera parte del recorrido con Sergi Montes (que al final hizo la Marathon Trail y quedó segundo) y tenía claro que con tanta gente saliendo a la vez y dos carreras cortas por el medio, en las que los corredores saldrían muy muy rápido, o te espabilabas al principio, o se podía formar una cola considerable.

En el último entreno me torcí un tobillo y me hice un esguince leve que me llevó de cabeza toda la semana. Además, el día de la carrera amaneció según las predicciones, lluvioso y algo frío. Nos levantamos muy pronto, recogimos los dorsales sin mayores problemas, me encontré con la responsable de prensa de Asics, que me dio las Asics Gel Fuji Trabuco con las que corrí la prueba (se portaron de manera espectacular en unas condiciones durísimas) y tomamos un café para no mojarnos durante la espera. Ya de camino a la salida, a apenas 30 minutos de empezar, te encontrabas corredores en coche que preguntaban dónde se recogían los dorsales y se podía intuir que algo iba mal. Una vez en la playa de San Sebastià, pasamos el control de material, me separo de Jesús Tenor, con el que iba a correr, y ya no lo encuentro. Me quedo con los amigos del Aquarunning y cuando se da la salida aprieto para pasar corredores, pero me preocupo al ver una cola larguísima. En una de las curvas encuentro a Jesús y tratamos de colocarnos lo más adelante posible.

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Sigue lloviendo, hay mucho barro y charcos y en una de las subidas el ascenso es muy dificultoso, ya que nos venimos literalmente abajo. Por suerte, una vez pillamos la pista ya se puede correr bien y llegamos a La Morella sin más incidencias y a buen ritmo. Allí nos separamos de la Maratón y espero que se aclare el camino, pero al haber salido atrás aún vamos con bastantes corredores de la Long Trail. Como no puedes saber si son de tu carrera o no y tampoco te dan referencias de paso, me despreocupo por completo de la posición. Con toda la gente buena que corría, profesionales y ultraatletas que han venido por el Campeonato de Catalunya, sé positivamente que será imposible repetir el 14º puesto del año pasado, e incluso quedar entre los 25 primeros. Mi prioridad no es competir, como en otras carreras, sino que Jesús acabe y que vayamos juntos todo el rato. Por todo ello, me despreocupo de ritmos y me centro en controlar constantemente el track de la carrera en mi Garmin Fenix, ya que únicamente hay marcas en el suelo con una pintura soluble al agua, muy espaciadas y en algunos puntos completamente tapadas por la lluvia o el barro. Pese a ello, nos colamos un par de veces y en una de ellas conocemos a alguien como se suele conocer a las personas cuando corres una ultra: cuando te equivocas y el de atrás te avisa. Veo que se llama Henrik y le pregunto en inglés de dónde es y me explica que es danés, vive en la India, ha venido para correr la prueba y que se está entrenando… para la Western States! Wow! Uno de mis sueños! Así que ya me véis corriendo e intentando hablar con él en inglés macarrónico.

En éstas llegamos a Begues, dónde nos dicen que por condiciones meteorológicas han recortado un tramo de 8 kilómetros en Olesa y nos alegran el día. Sigue lloviendo y vamos completamente empapados. Nos separamos definitivamente de los corredores de la Long y nos enfrentamos al tramo que sé positivamente que es el más duro de los tres en los que se divide la prueba. Vamos con Henrik, que es alto, espigado, y corre muy ligero. Yo no voy mal, el tobillo no me duele, pero tengo molestias en la cadera y la sensación que vamos algo forzados, corriendo en algunas subidas en las que deberíamos caminar y conservar. Apenas llevamos 40 km., queda mucho y el año pasado lo pasé mal en este tramo. Aflojamos un poco y dejamos que Henrik se vaya. No estoy cómodo y llego bastante cansado al final de la subida a la Desfeta, antes de afrontar la bajada a Sant Climent, donde me hidrato bien y sigo con mi pauta de geles cada 20 kilómetros y magnesio para evitar rampas. De ahí viene otra subida dura que me deja exhausto, pero en la bajada a Torrelles recupero sensaciones, empiezo a correr muy fuerte y llego muy animado al avituallamiento, en el que conozco a uno de los voluntarios del año pasado y del concierto de Bruce y charlamos entre risas. Me dice que vamos bien, pero le pido que no me diga la posición.

Jesús, que ha ido tirando en muchos momentos y está mejor físicamente que yo, empieza a quedarse rezagado y me preocupo. Me comenta que tiene molestias en la rodilla de la bajada y amagos de rampas en los gemelos, su gran preocupación. Trato de animarlo y sacarle presión, diciendo que si hace falta parar, paramos, y que no se agobie que es normal tener momentos malos. De Torrelles a Begues vuelve a haber una subida muy fuerte que nos pone a prueba y nos agrupa con un par de corredores más. Una vez arriba se inicia la bajada al avituallamiento, al que llego muy justo de fuerzas y con hambre. Normalmente no suelo parar mucho ni comer, pero supongo que el frío ha consumido muchas de mis energías y decido comer un copioso y delicioso plato de pasta con tomate y atún, además de hidratarme muy bien y llenar el camelbak. Mientras hacemos todo esto, en apenas 10-15 minutos, nos entra un frío terrible y, temblando, decidimos cambiarnos de ropa. En mi caso me pongo una camiseta térmica finita debajo para afrontar las horas de noche que se acercan.

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Sigo sin mirar tiempos ni parciales, pero son sobre las 6 de la tarde, por lo que llevamos unas 8 horas y vamos más o menos en la línea de mi carrera del año pasado. A la salida de Begues se afronta el Montau, el punto más alto de la UTBCN, pero es una subida sostenida e incluso nos sorprendemos de lo bien que la hacemos. Algo está cambiando. No sé si es el avituallamiento o la sensación psicológica de haber hecho dos tercios de la carrera y afrontar el último tramo, aunque sea el más largo. La siguiente bajada es prolongada y empezamos a correr rápido, muy rápido. Me siento genial de piernas y sólo me duelen las plantas de los pies después de tanto impacto con las piedras. Ya no llueve, pero hay humedad y hace frío.

Pasamos a dos corredores y llegamos con buenas sensaciones a Olesa (km 77), dónde han recortado el bucle de 8 quilómetros. Estamos a apenas 27 de la meta! Bebemos bien y salimos rápidamente, adelantando a otro corredor que se queda en el avituallamiento. En este tramo seguimos corriendo a un buen ritmo, intentando llegar a Can Grau antes de anochecer. Aquí cometemos el único error, a mi entender, de una carrera que gestionamos muy bien, ya que no tenemos claro la distancia (aunque era complicado con tantos cambios de recorrido y recortes). Yo pensaba que estaba a unos 10 km., pero pasa esta distancia y no llega. Se nos hace de noche y nos ponemos los frontales, nos vamos quedando sin agua, Can Grau no llega, yo me voy tomando geles y cafeína porque me noto que me voy vaciando… Finalmente llegamos… Más de 15 km. después del último control! Allí hacemos un último avituallamiento, sobretodo de líquido y un suculento bocadillo de pan de molde con nocilla, y afrontamos los 10 km. restantes.

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El año pasado llegué a este tramo muy perjudicado, pero seguimos realmente bien de piernas y de ritmo, corriendo incluso en algunas subidas y sin ya reservar nada. Cada vez pasamos a más corredores de la Long, que se paran, se apartan y nos animan. Sensacional el compañerismo que hay en estas carreras! La llegada este año la han cambiado y es mucho más fácil, ya que el año pasado tenías que afrontar una complicada bajada desde la Creu de Sant Isidre hasta el Port d’Aiguadolç. Llegamos a la Fita, un lugar desde el que solemos iniciar muchos de nuestros entrenos, se lo comento a Jesús, lanza un grito de alegría y nos lanzamos abajo a casi 4′ el km. Pillamos a Henrik, le animamos y le decimos que ya estamos, y trato de disfrutar de la sensación de ‘volar’ después de 100 km. de barro y montaña por el Garraf. Entramos en la meta de la Piscina en 13h30′, 20 minutos menos que al año pasado, realmente con buenas sensaciones. La sorpresa llega luego, cuando vemos las clasificaciones y vemos que estamos el 14 y el 15 de la general! Yo repito el puesto del año pasado, pese al altísimo nivel que hay, y acabo séptimo en el Campeonato de Catalunya, en el que Jesús queda el segundo veterano. Lo mejor, sin embargo, son los momentos que hemos compartido juntos y las sensaciones, especialmente en el último tramo de una carrera que, pese a los problemas que ha vivido este año, sigue siendo bellísima y contando con una gente excepcional.

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Séptimo clasificado en el Campeonato de Catalunya

Ya han salido las clasificaciones del Campionat de Catalunya d’Ultraresistència de la FEEC, que tenía lugar durante la pasada Ultratrail Barcelona, y me he llevado la grata sorpresa de comprobar… que he acabado séptimo!

Quizás para muchos no sea una gran cosa y yo mismo soy consciente que es una clasificación un tanto engañosa, ya que hay muchos grandes corredores en Catalunya, mejores que yo, que no vinieron. Sé que me queda mucho por mejorar y que estoy lejos de la élite, pero para mi ésto era algo impensable hace apenas un año, cuando empecé a correr Ultras un poco en serio. Éste 2013 es el primero en el que estoy federado y, por lo tanto, mi primer Campeonato de Catalunya, y no deja de ser motivador estar entre los 10 primeros.

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