Entreno para la Cavalls del Vent

Ya hace meses que veníamos comentando la idea de hacer la travesia Cavalls del Vent como un entreno de calidad y para reconocer el terreno de cara a la carrera que haremos el 21 de septiembre, por bien que este año la prueba organizada por Salomon le añade un tramo de unos 16 quilómetros que no hicimos y que comenté en este post. Después de posponerlo en mayo por problemas logísticos y porque había una cantidad exagerada de nieve, finalmente lo programamos para los días 5 y 6 de julio. Lamentablemente, Jesús no pudo venir por temas laborales, y lo acabé haciendo con Sergi, que había montado la ruta y que llevó el timing con una precisión suiza. Se trata de una travesía de unos 84 km. con 5.500 metros de desnivel positivo por refugios de la zona del Parque Natural del Cadí Moixeró. La idea era hacer la mayor parte el primer día (unos 55) y dejar 30 para el segundo y llegar a la hora de comer.

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El viernes nos levantamos a las 5, salimos a las 5,45 hacia Saldes y llegamos al pie del Pedraforca a las 7,45. Un cuarto de hora de preparación y comprobarlo todo y nos pusimos en marcha desde el refugio Lluis Estasen hacia el Gresolet. La verdad es que la ruta estaba montada de manera ideal para lo que queríamos hacer: dos entrenos de calidad y a ritmo, pero sin ir agobiados de tiempo y haciendo la mayor parte del tute el viernes, para acabar el sábado al mediodía. Saliendo así, además, los primeros quilómetros son muy agradables en bajada y permiten calentar bien. Llegamos rápidamente al primer refugio y ya fuimos viendo que el día sería espectacular, pero que íbamos a pasar calor.

Personalmente, gratamente sorprendido porque el camino está muy bien marcado con puntos de color naranja y porque el terreno es muy variado, con tramos de pista, pequeños senderos, zonas boscosas… Del Gresolet enfilamos hacia el Sant Jordi, donde aún vamos muy muy frescos, sensación que aumenta el hecho de encontrar numerosos ríos y fuentes de agua fresquísima. Hemos hecho unos 20 quilómetros con 1.000 metros positivos y negativos, pero bastante cómodos y fáciles de correr. Bebemos agua de una fuente casi clandestina (font del faig) algo apartada del refugio y enfilamos un tramo de ligera bajada, pero que rápidamente se convierte en una árdua subida hacia els Empedrats, un tramo por el que pasan diversos ríos que cruzamos con agua hasta la rodilla. Tras una larga bajada, nos acercamos hacia el refugio de El Rebost, pero en la parte final nos encontramos con 4-5 quilómetros de subida de unos 700 metros, los últimos dos de los cuales son durísimos y se nos hacen eternos.

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En el refugio paramos unos 20-25 minutos a comer y yo me bebo tres latas de Aquarius y mucha agua. He cometido el error de estrenar el Camelbak de mi mochila Salomon S-Lab sin limpiarlo y el agua que llevo tiene un gusto muy químico. Me deja la boca muy pastosa y empieza a hacer calor, por lo que procuro beber Aquarius, para reponer sales, y no descuido los geles ni el magnesio que suelo tomar en carrera. Tras reponer fuerzas toca la ascensión al Niu de l’Àliga, punto más alto de la carrera, de más de 1.000 metros positivos en 6 quilómetros. Es dura, no lo voy a negar, pero la hago relativamente bien y a ritmo, en hora y media, disfrutando de unas vistas espectaculares. El problema sigue siendo la sed y ahora no hay fuentes para refrescarse, porque estamos muy arriba. Llegamos al refugio que forma parte de la estación de esquí de La Molina y vuelvo a beber tres latas y compramos agua embotellada.

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Me repongo momentáneamente para afrontar el último tramos de la jornada: 16 quilómetros de bajada hasta el Serrat de les Esposes. Un tramo de poca ascensión, pero muy largo. Los tres primeros quilómetros son de bajada y voy mas o menos bien, pero pronto veo que la cosa no chuta. Vuelvo a tener una sed terrible y los tragos del camel, aunque ya no saben tanto a producto químico, apenas me sacian. Los siguientes tres quilómetros son una subida de unos 300 metros arriba de la cual llego completamente exhausto y me detengo un momento a reponer fuerzas, admirar el paisaje y hablar con unos chicos extranjeros que van un poco perdidos. Desde esta parte se ve toda la Cerdanya y es sencillamente sobrecogedor quedarte ahí parado admirando las vistas y no escuchando ningún ruido de civilización. Nos quedan unos 9 quilómetros que hago con malas sensaciones, bastante dolor de piernas, amagos de rampa… Toda la pinta de una deshidratación pese a haber bebido litros y litros de agua y latas. La bajada final hasta el Serrat es criminal, la hago completamente andando y cuando llego al refugio voy directamente a la fuente y bebo un litro y medio de golpe.

La verdad es que en esos momentos te pasan muchas cosas por la cabeza y sobretodo te cuestionas si estás preparado para afrontar la carrera y ya no hablemos el Ultratrail del Montblanc. La ecuación mental es fácil: si estoy muerto habiendo hecho unos 55 km, cómo voy a aguantar 100 seguidos? O 160? Ahora bien, también es verdad que hemos hecho los 55 con unos 4.000 de desnivel en 10 horas, contando las paradas, y que una hora después de haber llegado, bebido un par de latas más y descansado un rato, ya estoy muy muy recuperado. Ducha caliente, cena copiosa, todo el refugio para dormir nosotros solos, una noche y unas vistas espectaculares y levantarse a las 7 de la mañana y encontrarte con una vaca enorme delante de la puerta y unas cuantas más merodeando. Esto no tiene precio.

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Tras desayunar copiosamente, a las 8,45 ya volvemos a estar en marcha para afrontar el último tramo, de unos 30 km con 1.500 positivos de desnivel. Pese a estar algo cargado de piernas, he recuperado muy bien y puedo seguir el ritmo de Sergi, que es vivo, pero tampoco demencial. El tramo hasta Cortals de l’Ingla, de unos 4,5 quilómetros, es ideal para calentar, pese a tener una ligera subida, y transcurre por parajes boscosos y muy bonitos. Una vez ahí, bebemos y para arriba, una fuerte subida en la que adelantamos a varios grupos que han pasado mientras desayunábamos por nuestro refugio. La bajada es sostenida y permite correr bastante hasta llegar al refugio de Prats d’Aguiló. Tras cargar agua y refrescarnos, enfilamos la subida del Pas dels Gosolans, que en apenas dos quilómetros te lleva hasta 2.400 metros y que es muy dura, pero que permite disfrutar de unas vistas espectaculares. De ahí hasta el final, una bajada muy bonita por prados, primero, y los últimos 4 quilómetros de pista cómoda hasta llegar al coche en 4h28′ desde que salimos del Serrat de les Esposes.

Un entreno espectacular de pura montaña en un entorno privilegiado que he disfrutado mucho, pese a los problemas finales por la calor del primer día, en el que acabé muy cansado. La rápida recuperación el mismo día y la respuesta de las piernas del sábado, con 55 km. a cuestas, me animaron bastante, aunque también me hizo ver que hacer los 100 del tirón el día de la carrera va a ser durísimo.