Espectacular vídeo del récord del Cervino

En 1994 Bruno Brunod estableció un récord estratosférico: el ascenso y descenso al Cervino (4.815 metros) en 3h14′. Este verano Kilian Jornet lo rebajó en 22 minutos en lo que él mismo ha calificado como uno de los momentos más felices de su vida. A la espera que salga el vídeo oficial del Summits of my life, por la red corre este vídeo amateur de un alpinista en la subida/bajada del Refugio Carrel (3.825m). Brutal!

La entrevista a Kilian Jornet, al completo

Hoy hace exactamente dos semanas tuve la oportunidad de entrevistar a Kilian Jornet para Mundo Deportivo. Fue en Collserola y en su propia furgoneta, la que usa para viajar, comer e incluso muchas veces, para dormir. Estuvimos hablando durante casi una hora y el resultado fue esta entrevista, que se publicó el día 13 de noviembre, pero que tuvimos que cortar un poco por motivos de espacio y diseño. Ahora he pensado que estaría bien publicar la transcripción literal de la conversación y, de paso, saber vuestra opinión, si hubiérais preguntado alguna otra cosa más o diferente, si tenéis alguna curiosidad…

Foto: Manel Montilla / MD

Foto: Manel Montilla / MD

Hay deportistas buenos, excelentes y fueras de serie. Pero hay pocos que marquen un antes y un después en un deporte. A sus 26 años, Kilian Jornet ya lo ha hecho en el mundo de los ultratrails, en el que ha ganado la mayoría de las grandes carreras del planeta y este año ha revalidado sus títulos de campeón mundial de Skyrunning y de la Copa del Mundo de ultradistancia. Además de participar en 13 pruebas a lo largo del 2013 y de combinarlo con otras victorias durante la temporada de esquí, el corredor del Salomon Santiveri Outdoor Team ha tenido tiempo de continuar con su proyecto Summits of my life y batir los récords de ascenso y descenso al Mont Blanc y al Cervino. Por delante le quedan el Elbrús, que no pudo intentar por el mal tiempo, el Aconcagua, el McKinley y el Everest, la cima del mundo. Un reto impensable para la mayoría de mortales, pero que si alguien puede superar, es él. El pequeño que quería ser un contador de lagos ha crecido. Sigue siendo tímido e introvertido, pero con el paso del tiempo se ha convertido en un deportista de fama mundial. Un auténtico contador de récords.

– ¿Qué clase de chico sueña con 15 años en batir el récord del Cervino?

– Todo el mundo que hace deporte cuando es adolescente sueña con batir récords o ganar cosas. Si tus padres viven en un entorno de montaña y te enseñan estos libros, al final era lógico que mis motivaciones estuvieran por ahí.

– Después de batirlo declaró que era uno de los días más felices de su vida. ¿Qué lo hizo tan especial?

– Era una cosa que llevaba mucho tiempo preparando y que veía difícil. No era inesperada, porque me lo estaba preparando mucho, pero no lo veía fácil. Eso es lo que hizo que fuera tan especial. Si me dedico a las carreras de montaña es en parte por Bruno Brunod. Lo que él hacía me motivaba mucho y él es el Cervino. El camino que me había llevado a hacer todo lo que me gusta pasaba por ahí. El reto ha centrado la temporada, pero con lo que me quedo no es el récord, sino con toda la preparación que ha habido. Subí 10 veces la cima con gente diferente, les enseñé cómo era… Me quedo con la relación con estas personas y con la montaña.

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Usted siempre ha mostrado y defendido un gran respeto por la montaña, pero su Summits of my life ¿no es una manera de desafiarlas… y derrotarlas?

– No, al contrario. A la montaña no la derrotarás. Yo dentro de 50 o 70 años estaré muerto y ella seguirá allí. Al final lo que podemos hacer es jugar con el medio y divertirnos. El Summits es un juego que quiere dar a conocer la montaña y una manera de ir muy ligero.

– Algunas de las imágenes que hemos visto le muestran pasando corriendo por lugares casi imposibles, en los que un mal paso puede ser fatal. Sinceramente, ¿no siente miedo en algún momento?

– Sí, y es importante tener miedo. Porque el miedo es lo que nos hace dar media vuelta. A veces salgo a entrenar y digo, ‘esto no va bien’ y doy media vuelta. Y es importante darla. El miedo nos protege y sin miedo estaríamos muertos hace tiempo. Otra cosa es que este miedo lo tengas una vez, dos y luego crezcas técnicamente y la siguiente vez puedas pasar por ese sitio sin miedo. Aunque siempre puede pasar cualquier cosa y a veces la gente se mata por algo que parece una tontería.

– ¿Vale la pena asumir el riesgo?

– La vida está ligada a la muerte y la muerte es parte de la vida. No hay que buscarla, no hacemos deporte para buscar eso, pero yo la vida no la entiendo como algo que debes proteger. Si el objetivo es ser inmortales, no lo vamos a conseguir. Si tienes que pasarte 95 años en un sofá, envuelto en algodón, la vida no la vives. Prefiero salir ahí fuera y encontrarme riesgos que intento superar, que hay que asumir y luchar. Para mi tiene sentido, para otra persona quizás no, pero para mi la vida es eso.

– Los dos primeros capítulos de su nuevo libro, La frontera invisible (Ara Llibres) tratan sobre la muerte de su amigo Stéphane en el Mont Blanc. ¿Cómo le ha cambiado o marcado este suceso?

– En la montaña, por desgracia, la muerte es muy común. Aunque la asumamos, sepamos que puede llegar y forme parte del juego, siempre te marca el hecho de perder a compañeros. Evidentemente fue un golpe duro. Te replanteas lo que estás haciendo y porqué. Al final te das cuenta que nuestra vida es eso.

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– ¿Menos material, menos parafernalia y menos ayuda igual a alpinismo más puro?

– Yo no soy alpinista, soy una persona a la que le gusta la montaña y va como puede. Hay un alpinismo pesado y uno ligero. Si alguien sube con oxígeno, si un ciclista se dopa, si un político roba… al final es dar un mal ejemplo a la sociedad, de que lo que importa es el objetivo, no cómo se hace. Si lo que buscas es conseguir una cima porque lo vales y te lo has currado, vas a ir con lo mínimo posible. Para mi no es alpinismo lo que hago, sino aprovechar el medio con lo que hay. Si hay nieve, ve con esquís, que vas a ir mejor y vas a disfrutar más. Si no, pues ve corriendo, al final es más rápido. Es un poco volver a disfrutar del movimiento, del segundo, más que de la expedición o del objetivo en si.

– ¿Qué le parece el rumbo que está tomando este deporte, con casos como las expediciones comerciales al Everest?

– Es el reflejo de esta sociedad, del capitalismo. El objetivo es más importante que trabajar durante una vida para tener unos valores o entrenar para subir esta montaña. No podemos pedir a un alpinista que vaya con lo mínimo cuando hay tanta especulación inmobiliaria o se materializa tanto el dinero. Al final son valores.

– El Summits, sumado a sus continuas victorias, han aumentado su dimensión pública y su exposición mediática. ¿Cómo lo lleva?

– Tengo la suerte de vivir a un sitio bastante aislado (ríe). Bajo muy poco a la ciudad. Hay una parte muy buena, que el deporte se está conociendo y hay gente que viene detrás, está apretando fuerte y espero que también tengan toda esta repercusión y se les pueda ayudar. Quizás hay una democratización de la montaña, que tiene un parte mala que puede ser que gente con menos experiencia vaya y haya accidentes o pasen cosas. Pero tiene otra parte buena, que todos los valores que aporta la montaña se están conociendo.

– ¿Cuál es el sitio más raro en el que ha tenido que firmar un autógrafo?

– Durante la carrera, en la Diagonale de Fous, me han parado incluso a firmar libros. ¡Allí (en la isla de Reunión) es una locura!

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– Algunos medios y columnistas han creado la expresión ‘efecto Kilian’, para referirse a gente con poca experiencia o que va mal equipada a la montaña. ¿Le molesta?

– No, porque sí que hay gente poco equipada en la montaña, pero también la había en la generación de mi padre. El problema es que ahora, con las redes sociales, todo se sabe. No estamos hablando de niños de cinco años, sino de personas adultas que tienen la capacidad de saber lo que pueden hacer y lo que no. Y si no lo saben, hay un problema.

– ¿Y no tiene la sensación que igual que mucha gente le admira, hay gente que está esperando que falle o le pase algo para saltarle encima, como pasó este verano cuando le rescataron en el Mont Blanc?

– Sí, pero al final es lógico. Cuanta más gente te quiere por una parte, más gente te odia por otra. Pero hay que ser muy objetivo con eso. Igual que no hay que escuchar a la gente que te adula, porque no hay ninguna objetividad detrás, tampoco debes hacerlo con los que te buscan por esta parte. Hay que escuchar a la gente que conoces y quieres, y ya está.

– Hablando de gente que le quiere, su madre dijo en el programa El Convidat de TV3 que usted no es «un buen ejemplo para la gente» en el sentido que lo que hace es muy difícil y no debería imitarse a la ligera…

– Nadie es ejemplo de nadie. Tener mitos, ser fan, no es algo positivo. Debemos aprender de cualquier persona, pero no hay que seguir a nadie al 100 por 100. Cada uno tenemos una personalidad, unas características y un camino distinto. Y seguir a otro es perder el nuestro.

– Usted publicó al final de temporada que había entrenado unas 1160 horas. ¿Eso cuántas horas son al día? ¿Cuándo descansa?

– Hago seis meses de esquí de montaña y seis de carreras, pero más o menos es el mismo entreno. Por la mañana salimos 3-4 horas, subir y bajar montañas, y por la tarde una hora y media o así. Y en verano lo mismo, pero corriendo. Luego hay viajes y semanas en las que estás aquí, en Barcelona, pero intentas sacar tiempo de donde sea. Descanso? (rie) Yo tengo la teoría que si el día tiene 24 horas y entrenas como muchísimo ocho, te quedan muchas para descansar. Normalmente, paro una semana al año.

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– ¿Qué parte de genético y qué parte de entreno duro y sacrificado hay en lo que usted hace?

– Hay una parte genética, que es la morfología. Un tío de dos metros y 100 quilos de peso, estará más adaptado al básquet. Luego, a partir de eso, hay que trabajar. Y eso empieza desde pequeño. Si desde niño empiezas a moverte por el monte, cognitivamente estarás más adaptado al medio que si lo haces desde los 20. Al final son las dos. Una persona con buena genética pero sin entreno no va a ser nada, mientras que una persona con muy buen entreno sin genética, va a ser bueno, pero no va a conseguir lo mismo.

– ¿Y la mente? ¿Cómo es de importante en una ultra? ¿Cómo la entrena?

– Tiene muchísima importancia, por todo. En carrera para saber jugar la estrategia, escoger la táctica, saber eliminar el dolor… pero también en el entreno, en estar motivado para salir a entrenar, soportar la presión, saber organizar una vida deportiva… Es básico, sin esto el físico no sirve para nada. Me gusta mucho la psicología, cuando hice la carrera es lo que más me interesaba. La semana pasada estuve hablando con un chico que hacía hipnotismo para deportistas y siempre sacas cosas o ideas. Lo importante es entenderte a ti mismo.

– ¿De dónde saca la motivación para seguir compitiendo a este nivel?

– De disfrutar. Antes tenía la motivación de ganar carreras y ahora quizás no la tenga, pero al final si compito es porque me gusta, hay un buen ambiente, tengo amigos, hay carreras que son guapas y te lo pasas bien. Bueno y porque tenemos un punto masoquista que nos gusta hacernos daño y ponernos allí a darlo todo (rie).

– Este año ha ganado prácticamente todo lo que ha corrido. ¿Le queda alguna carrera que le haga ilusión ganar?

– Tengo ganas de hacer la Hardrock, en Estados Unidos. Tiene buena pinta, pero no he podido inscribirme nunca. Pero voy un poco día a día.

– En el 2011, tras retirarse de la Cavalls del Vent, dijo «sentirse en el lugar equivocado, en el momento equivocado» y que no tenía «ganas de estar en la montaña y eso me hizo llorar». ¿Ha vuelto a sentirse así?

– La vida es una báscula en la que hay que encontrar un equilibrio. Y creo que este año lo he conseguido. Ahora he estado 15 días en la montaña haciendo 4.000 metros de desnivel al día y está de puta madre, y ahora estaré una semana en Barcelona y Madrid. Vale, voy a estar una semana y está bien, pero si estuviera tres semanas, querría matar a alguien. Mira, este año queríamos ir de vacaciones y dijimos ‘vamos a estar dos semanas sin entrenar sin hacer nada y en la playa’, en la Isla de Reunión. A los dos días dije ‘vamos a cambiar el billete, porque esto no lo soporto’.

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– ¿En la UROC tampoco se sintió así?

– Bueno allí me sentí más que nada estafado. Tú vas a hacer una carrera que es de montaña y en 100 kilómetros te encuentras que tienes más de 50 con asfalto. Es como si vas a hacer una carrera de natación y te encuentras que de 10 kilómetros, tienes cinco de correr. Y dices, ¡’ostia, no es mi deporte!’

– Ahora ya no puede decir que nunca ha hecho una maratón de asfalto…

– (rie). Allí la hice, ¡vaya si la hice!

– La prueba norteamericana le dejó algo lesionado de cara al final de la temporada. ¿Demasiada carga o mala suerte?

– Fue un poco de todo. Este año he hecho cero de asfalto. Antes quizás para ir a un sitio hacía 3-4 kilómetros de carretera para subir. Este año nada. Lo máximo que he hecho era cruzar una carretera. En la UROC supongo que la repetición del movimiento me hizo lesionar y si hubiera sido a principio de temporada, que estás más fresco, hubiera sido menos grave que al final. – ¿Hasta qué punto, con todo lo que le rodea, puede seguir haciendo lo que usted quiere o le llena? – Tengo la suerte de poder escoger las cosas que quiero hacer y tener esa libertad. Es lo que te decía antes, mi día a día está muy alejado de lo que me sigue. Salgo de casa a entrenar y soy la misma persona, la montaña o el alud no te va a dejar de pillar porque seas más o menos famoso.

– ¿Qué pasará si llega a tachar de su lista del Summits el Everest? ¿Qué le quedará por conquistar?

– Muchas cosas. No sé quien decía que cuando llegas a la cima sigues escalando, porque ves otra cima detrás y es eso lo que te motiva. Ahora no lo puedo decir. La montaña está delante y cuando llegue allí veré las que hay detrás.

– Hablando de conquistar, sir Edmund Hillary dijo que «conquistar una cima era conquistarse a uno mismo». ¿Su mayor rival es usted mismo?

– Sí, porque al final si lo que buscas es la montaña de una forma muy ligera, el límite y el que toma la decisión de si te das la vuelta o sigues eres tú. En ese sentido te conquistas a ti mismo, porque al final todos tenemos unos miedos y en la montaña los puedes exteriorizar y superar.

– ¿Cómo se imagina dentro de 10 años?

– Pues me imagino en la montaña igualmente, porque es mi vida y es así como me siento bien. Seguramente alejado de la competición. Soy introvertido y no diría que asocial, pero sí que me gusta estar un poco alejado de la sociedad. Siempre he vivido así. Ahora vivo en Chamonix, que es la ciudad más grande en la que he vivido con 2.000 habitantes y ya me siento un poco agobiado (rie). Dentro de unos años me imagino en un sitio más pequeño y haciendo cosas relacionadas con el deporte, pero desde atrás. No me veo compitiendo a nivel profesional, pero sí en carreras porque me gustan o porque corren amigos. También me imagino saliendo a entrenar, haciendo cosas por este deporte, desde entrenamiento a organizaciones de carreras.

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– ¿También se ve sentado en una cabaña y rodeado de hijos?

– Sí. A ver, la de la familia es una montaña muy difícil, porque hay que hacerlo bien. No lo sé, el futuro lo dirá.

– ¿Le gustaría que sus hijos corrieran por la montaña o hicieran escalada?

– Me da igual que hagan montaña o carreras, pero si me gustaría que entendieran la naturaleza y la montaña como me la enseñaron mis padres, sabiendo que formamos parte de ella. Hicieran lo que hicieran me gustaría que lo hicieran por pasión.

– ¿Qué le sentaría peor, que le dijeran que quieren correr maratones de asfalto o ser futbolistas?

– A mi el atletismo me encanta, eh? Ver vídeos de finales olímpicas es supermotivante, pero no es para mi. Mi hijo, ¿que fuera constructor o panadero? Es bonito si hacen lo que realmente les gusta, pero que sean consecuentes con sus valores. El fútbol me gusta como deporte, ver a un equipo jugar bien es precioso, pero el show que hay montado detrás no. Los precios desorbitados, la especulación, el fanatismo… todo lo que rodea al fútbol me sobra. El deporte sacado del deporte, del juego, ya no me interesa. Sea esquí o fútbol.

– Ya sé que no es usted muy futbolero, pero tiene un amigo que sí que lo es. ¿Ha hablado con Carles Puyol durante estos meses que ha estado lesionado?

– Poco, algunos mensajes. Yo creo que Carles ha hecho una carrera impresionante y aún está para jugar y dar mucha guerra. Pero en los momentos de lesión es difícil. Supongo que ve que hay jóvenes que aprietan fuerte y piensa si vale la pena machacarse más o no, pero al final es un enamorado del deporte. No lo hace porque valga la pena seguir jugando unos años más, es porque le apasiona el fútbol y lo necesita.

– ¿No se lo imagina dentro de 10 años cuando se retire corriendo por La Pobla y haciendo ultras con Eugeni Roselló? Porque yo sí…

– Sí, sí. Tiene físico y en La Pobla tiene sitio para entrenar. Evidentemente cuando son profesionales no lo pueden hacer por las lesiones, pero estaría bien verlo (rie). Mira a Luis Enrique. –

– En la portada de su nuevo libro hay la frase «Si no soñamos, estamos muertos». ¿Con qué sueña ahora mismo Kilian Jornet?

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– Sueño muy en el día a día. Mira, ayer (por domingo) estaba en Tignes y soñaba con petar unas palas de nieve polvo. Hoy seguramente tengo un momento libre este mediodía y sueño con escaparme a Montserrat a escalar un poco. Y luego proyectos más grandes para este año, como el McKinley, algunas bajadas de esquí… Lo importante es seguir soñando. Eso quiere decir que el niño que llevamos dentro, que es el que nos lleva a hacer cosas y a seguir nuestras pasiones, está vivo.