Parece increíble que a estas alturas de la película los aficionados, socios y la prensa de Barcelona ya estemos de uñas con el FC Barcelona, pero es que realmente hay motivos para estarlo. Yo soy de los que trato de salir de análisis pasajeros y basados en un único resultado, pero es que lo de los azulgrana no es problema de estos tres partidos, viene de mucho más lejos. Además, sabéis lo que es peor? Que cada vez tengo más claro que esto es un problema estructural y no coyuntural.
Por estructural se entiende que esta plantilla está descompensada. Es grave decirlo ahora, tras haber invertido casi 80 millones de euros en fichajes, pero es evidente que lo está y el juego del Barça lleva tiempo resintiéndose. El último gran partido que le recuerdo al equipo, uno de aquellos en los que salías del campo diciendo ‘qué partidazo’, se remonta al 25 de noviembre del año pasado. Entonces el Barça ganó por 4-0 al Villarreal con un golazo de Ronaldinho de chilena. A partir de ahí, el juego azulgrana fue languideciendo, encerrándose en tediosos vicios y mostrando la peor versión de los jugadores. Mucho se ha hablado de la baja forma de Ronaldinho, de las lesiones o del bajo tono físico, pero poco se ha analizado que es lo que realmente ha cambiado tácticamente en el Barça en este casi año: las bandas.
La eclosión de Leo Messi sentó en el banquillo el año pasado a Ludovic Giuly. El galo era en extremo limitado con el balón en los pies, pero cuando ibas al campo y te fijabas en sus movimientos te dabas cuenta del tremendo trabajo táctico que hacía: se pegaba a la línea y obligaba al lateral a estar pendiente de él, con lo que estiraba la defensa. Además, aguantaba mucho para tener espacio por delante, lo que permitía a los medios descargar la presión que ejercían sobre ellos con balones diagonales que Giuly explotaba con su velocidad. Borrado Giuly de las alineaciones, quedaban los laterales. Silvinho formaba una connexión letal con Ronaldinho en la izquierda y Belletti a veces parecía una cabra, pero a nadie se le escapará quién marcó el gol de que le dio la Champions al Barça en París, no?
Ahora analicemos la situación actual. Giuly está en la Roma, Belletti en el Chelsea y Silvinho parece relegado a jugar la Copa Catalunya. Tenemos pues un Barça en el que Ronaldinho va de la izquierda hacia el centro, Henry, de atrás hacia el medio, Messi, de la derecha hacia dentro del lateral, nunca hacia fuera para ganar la banda, y los medios como Xavi Deco e Iniesta tienden a jugar por el centro y, aunque quisieran abrir el balón a la banda, no encontrarían a nadie. Cuál es el resultado de todo esto: un contínuo ataque por el centro que acaba en un monumental atasco, en el que nadie es capaz de encontrar espacios.
Sin nadie en las bandas
Sin carrileros en punta ni en el centro del campo, qué nos queda para abrir el campo? Los laterales. A Frank Rijkaard le criticaron en el pasado tanto la endeblez de sus laterales que ahora se ha blindado con Abidal y Zambrotta, dos buenos jugadores para tapar las bandas, pero limitados cuando cruzan la línea de medio campo. En partidos como los de Osasuna, en los que casi no te atacan por los carriles, no tiene sentido tener a un lateral fijado a tus centrales, y sí lo tiene mandarlo arriba para tratar de sorprender en alguna llegada. De hecho, algunas de las mejores opciones en el tramo final del encuentro llegaron con las incorporaciones de Oleguer por el carril derecho. Aunque, claro está, un centro lo mandó al córner y una pelota que enganchó en la frontal, a la segunda gradería. Y no estoy diciendo que Oleguer sea mal jugador, porque cuando se limita a hacer lo que sabe es muy válido, pero es que ésta no es su función y sí la de alguien como Daniel Alves, un jugador que al Barça le habría ido de perlas.
La historia es que ahora mismo el Barça no tiene profundidad en las bandas y así su juego se vuelve previsible. De hecho, la sensación que predomina entre los aficionados y los que tenemos asientos en el Nou Camp es que esto es como entrar a la ciudad por la Diagonal: sabes que en determinadas horas te vas a encontrar con un atasco, pero no tienes más remedio que ir por ahí.