Una reflexión sobre las rotaciones

Casi de casualidad, ayer por la tarde enganché la repetición del programa de Informe Robinson en el que Michael Robinson viajaba a Liverpool para entrevistar a Fernando Torres. Ciertamente, es agradable ver reportajes tan bién cuidados a nivel formal, de rodaje, de música o de concepción de planos, aunque a nivel de contenidos tampoco es que aportara mucho. Fue muy interesante la iniciativa de reunir a jugadores españoles del Liverpool actual con las estrellas de mediados de los 80 para que éstos les pudieran explicar desde dentro lo que realmente es el club para la ciudad y como se vivía antes desde el campo. Una iniciativa que deberían incentivar muchos clubes.

Fueron hablando todos los jugadores y diciendo más o menos lo típico, halagándose unos a otros, hasta que llegó Graeme Souness, al que todos coincidían en señalar como el gran jefe de aquél equipo histórico. En lugar de sumarse a la línea de complacencia generalizada, Souness criticó veladamente a Rafa Benítez y a su metódico sistema de rotaciones diciendo que «me gustaría ver siempre a los mejores jugadores en el campo, algo que no sucede a menudo en el Liverpool». El jugador que fue descrito en su época como un oso que juega con la precisión de un violinista continuó su argumentación diciendo que «no creo que el fútbol actual haya cambiado tanto a nivel físico del de entonces y yo podía jugar un partido cada miércoles y cada sábado durante 50 semanas al año. El jugador no se cansa de jugar, se cansa si pierde, lo que necesita es ganar y sentirse fuerte, y para esto es importante jugar con los mejores».

Yo no he visto jugar a Graeme Souness más que en vídeos y casi me he criado futbolísticamente con esto de las rotaciones, que ahora ya parece aceptado por todo el mundo, pero creo que el de Edinburgo tiene una gran parte de razón. Soy incapazde calibrar hasta qué nivel ha subido la exigencia física, pero también sé que ahora los futbolistas también cuentan con mejores métodos de recuperación, desde preparadores físicos con unos grandes conocimientos, a maquinaria más moderna. Un jugador de fútbol quiere jugar siempre y, si no es así, entonces no es un jugador de fútbol o está dejando de serlo.

No quiero caer en los tópicos, pero los grandes equipos de la historia pueden recitarse, casi siempre, de memoria. El Barça que ganó la Champions apenas tenía alternativas en el banquillo. El debate era si jugaban Iniesta o Messi, que por entonces aún no tenían un peso específico en el equipo, y Rijkaard no se equivocaba casi nunca en la alineación… porque tenía poco donde elegir. Es curioso, pero hay entrenadores que funcionan mejor con plantillas cortas, con pocas complicaciones, que con grandes equipos y varios jugadores de mucha calidad. Miremos el caso del Sevilla esta temporada, que tiene mucha más pólvora que el año pasado, y los resultados que ha conseguido. Schuster, a veces, ha desquiciado al equipo con los cambios de sistema y de directores en el centro del campo. Ni siquiera el argumento que todos los jugadores deben sentirse partícipe de la plantilla me sirve de manera concluyente: cuando un jugador juega por rotación, no es un premio o un acto de lógica aplicado a las necesidades del partido, sino que es algo que le toca. Cuando se procede así, no se premia al que entrena bién o se castiga al que juega mal, sinó que se hacen las cosas por turnos.

Cierto es que las lesiones lastran a la plantillas y hay que saber dosificarlas para poder afrontar todas las competiciones, pero también me parece muy interesante la reflexión de Souness: el jugador no se cansa de jugar, se cansa cuando pierde.

(Nota: Puedes ver el reportaje sobre el Liverpool completo, aquí)

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